El premio Nobel de la Paz celebra la muerte


Madrugada del lunes 2 de Mayo de 2001 en Buenos Aires. Estados Unidos nos anuncia que matar a un hombre es un golpe al terrorismo y en breves minutos cientos de ciudadanos norteamericanos salen a la calle a “festejar”. Yo, desde el sur de América, pienso en aquella frase tan cierta del “ojo por ojo el mundo se quedará ciego”.
El presidente Obama les anuncia a sus ciudadanos que ahora las familias de los fallecidos de aquel 11 de septiembre de 2001 estarán en paz.
La palabra paz se escabulle entre la muerte. La paz de quien nos preguntamos muchos. ¿La paz de los oprimidos? ¿La paz de los poderosos? ¿La paz de un mundo que ahora está en alerta por la posibles represalias de Al Qaeda?
Las mismas preguntas de siempre y la historia que se repite hasta al hartazgo…
Faltan cuatro meses para que se cumplan diez años del atentado del 11/9 y EE.UU. defiende su imperio “cazando” al animal más temido. Y se paran sobre los símbolos que siempre utilizaron para legitimar su Imperio, como solo ellos se saben parar, remarcando que tienen el cuerpo y creándonos el suspenso y la morbosidad de ver la foto del hombre fallecido.
Circula por la tele, circula por las redes sociales, circula por los diarios la supuesta cara ensangrentada de Bin Laden. ¡Pero cuidado! Esto no es violencia. Matar no es violencia. Festejar la muerte no es violencia. Ante todo remarco mi posición, no estoy a favor ni en contra de Osama Bin Laden. Soy una simple ciudadana del sur, de una patria que se vio y se ve eternamente oprimida por aquellos del Norte, una ciudadana que tiene preguntas, que duda.
¿Qué película yanqui miraremos de ahora en más por las pantallas de CNN? ¿Quién será el nuevo terrorista, el nuevo pueblo a atacar, la nueva cultura a exterminar?
La cadena nacional yanqui nos muestra a un presidente que dice: “nuevamente se nos recuerda que EE.UU. puede hacer lo que se proponga. Esa es nuestra historia”. Y claro que la conocemos por estos lados del continente.
El 11/9/01 murieron miles y miles de inocentes. Sí. Pero ¿son los únicos inocentes? ¿Por qué no nos habló de todas las guerras que en nombre de esos inocentes mataron a otros inocentes? ¿O esos son “daños colaterales”?
Pero ojo. Aquí muchas cabezas dudan y esa duda se transforma en un gran avance para nuestras sociedades. Somos cada vez más los que no creemos lo que nos vende la propaganda oficial yanqui.
Mientras tanto, recuerdo hace unos años haber marcado un texto de Galeano en uno de los libros de mi biblioteca. Lo busco. El libro es Patas Arriba. La escuela del mundo al revés y dice así:
“¿Nace una estrella? A mediados del 98, la Casa Blanca, lanza otro villano a la cartelera mundial; responde al nombre artístico de Osama Bin Laden, es fundamentalista islámico, lleva barba y turbante, y en el regazo acaricia un fusil. ¿Hará carrera esta nueva figura estelar? ¿Tendrá buena taquilla? ¿Logrará demoler los cimientos de la civilización occidental, o será no más que un actor secundario? En el cine de terror, nunca se sabe.”
El cuerpo está sumergido en un mar, es cierto, pero en un mar de dudas.