Ni ayer ni antes,
ni mañana ni después
aunque soy de otra parte
no me cansaré de cantarte.

Buenos Aires, la fortuna te dió
una luna de plata y un río,
un cielo lleno de estrellas
y en el sur de América llanuras extensas.

Antes de pisar tu suelo
te miraré desde el cielo
más tarde me bañaré en tus aguas
que atraviesan los días y las horas.

En tus campos se respira Buenos Aires
y Dios te concedió todos los dones
y el hijo más grande: Jorge Luis Borges
que desde la medianoche era capaz de ver las flores

Buenos Aires de lunas y lunfardos
de buenos vinos y malevos tangos
de Cortázar haciéndole un gol a la noche
sin mucho esfuerzo ni gran derroche.

Buenos Aires de tumbas y pesadillas
de tormentas y malos días
de párrafos y capítulos crueles
pero, a pesar de todo, de Buenos Aires.

En tí se siente la calidez de los vientos milenarios.