Si hace tiempo me hubiesen pedido mi concepto acerca de la fe, quizá hubiera contestado, con cualcuelquier respuesta sin importancia, a lo mejor sin estar cien por ciento seguro de mi respuesta… Hasta hace unos días esto cambio, cuando sin querer mis conceptos filosóficos cambiaron al solo darme cuenta de la existencia de pequeños cuentos que mi mente formuló mientras mi razón dormitaba.
Hacia demasiado calor y para variar el mal humor embargaba mis sentidos, pues comenzaba a entender que arena, mar y sol, no eran ambientes propios para una persona tan citadina como yo, mientras pensaba en la inmortalidad del cangrejo tumbado en mi camastro cerca de la playa… Algo llamó mi atención a las orillas del mar, sin razón aparente, había “algo” que se movia muy despacio de un lado a otro… Temeroso, (pues pensé que a lo mejor se trataba de alguna rata moribunda) decidí acercarme para investigar.
¡Dios mio¡, Exclamé, angustiado, esto no tiene forma, está lleno de algas y quizá hasta venenoso pueda resultar (sin detenerme a meditar un momento, etiqueté absurdamente al pobre objeto sin saber de lo que se trataba), caminé de vuelta hasta el camastro y tomé una varilla para retirar las hierbas que le rodeaban y saber de que se trataba… Mi sorpresa se incrementó pues descubrí una pequeña manta raya con su cria a cuestas… De inmediado vino a mi mente la palabra fe. Como es posible que yo enseñe en la escuela a los principales teóricos filosóficos, cuando yo mismo no era capaz de reconocer el concepto en carne propia… Vino a mi memoria esa clase: “Recuerden: Fe, es la confianza inexplicable a intangible”, ¡Dios mio!, ¿cómo explicar esto cuándo he olvidado lo que es? En ese momento lo entendí, de alguna manera la raya tuvo fe, esa fe que cualquier ser vivo profesa ante su creador y que sabe que por difícil que sea la situación, el no permitirá que nada malo suceda… Por Primera vez pude entender a San Agustin de Hipona “Es más fácil que quepa el mar en un hueco que entender los misterios de Dios”
Tomando la varilla le abrí camino entre las hierbas, y muy lentamente, siguió su camino hasta el mar. Esta experiencia, aunque tan importancia, me sirvió para darme cuenta para darme cuenta que todo ser vivo tiene en la medida de sus fuerzas esa energía inexplicable llamada fe.
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