En su usual quehacer de la transitada esquina, el aprendiz malabarista observa esparcidos los objetos de su arte. Tal fracaso, por repetido, mengua sus posibilidades de aumentar el magro sustento que las propinas representan. Mas no ceja en su intento Y reinicia su labor. De tal modo dispersos, se encuentran mis propósitos de sostener indemne los retazos de recuerdos de lo que fuera siempre una feliz vida juntos. Empero malgastadas las tentativas todas ante el silencio absurdo siento que decrece la voluntad de continuar. Es entonces cuando veo lo que la razón no entiende, y como el pertinaz malabarista vuelvo a recoger evocaciones y me entrego de nuevo al arriesgado arte de continuar amando.
Texto agregado el 25-04-2011, y leído por 351 visitantes. (1 voto)