La última oveja
Soy una oveja fina, de lana merina. Unos mugrientos lobos me persiguen.
“¿Pero que se creen, manga de audaces, sabrán qué están haciendo, y con quién se meten?”
Me doy vuelta, y ahora sí, les demuestro mi valentía, y los persigo yo. Aullando y metiendo sus rabos entre las patas, corren más rápido que el viento. Un río obstaculiza su retirada, los lobos saltan al agua y nadando lo cruzan. Yo llego hasta la orilla, me freno, y de nuevo repito:
“¿Pero que se creen estos mugrientos?, que yo, cruzaré el río, tan solo para ensuciarme mi blanca vestimenta, ¡sí yo soy herbívora, yo no como carne!”, y me retiro.
Sin embargo los muy taimados, pegan la vuelta, cruzan las aguas, y me persiguen otra vez… Y así siquen las corridas, ida y devuelta al río, hasta que me canso, el sueño se disipa, y de nuevo me encuentro del lado de los lobos, y ellos donde estaba yo.
“¿Pero, cómo logré llegar a la orilla opuesta, sin mojarme mi preciosa lana blanca?”…
Mi sueño se ha terminado, desperté, los lobos desaparecieron, y yo quedé sola, la última oveja de este cuento.
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