LA ANUNCIACIÓN 403 palabras
Despuntaba el nuevo día
De naciente primavera,
Brotaban hermosas flores
Armónicas y bellas.
Margaritas, amapolas
Enlucían las praderas,
Las unas blancas, las otras
Encarnadas, pero tiernas.
Los pajarillos alegres
Con melodías ligeras,
Con canciones amorosas
Recibían la primavera.
Los suaves rayos del sol,
Da vida a la naturaleza,
María ya despertaba
En medio de su tinieblas.
Fecundada fue en Nazaret,
Aldea hermosa y risueña,
En donde vivía María,
Hermosa y dulce doncella.
María hija de Joaquín
De Ana, también, despierta.
Pensando en Dios, se levanta
Y en Jesús a quien espera.
De rodillas al eterno
Suplica y pide que venga
El mesías esperado
Por el pueblo de Judea.
En esta oración estaba
María, virgen honesta,
Cuando del cielo bajaba
Un ángel y habló con ella:
“Dios te salve”. -El ángel dice-
“María de gracia Plena,
Eres entre las mujeres
Que habitan en esta tierra”.
María como era humilde,
Ante palabras como estas,
Se turbó creyendo ser
Gran alabanza para ella.
El divino ángel de nuevo,
Le habla cariñoso al verla.
“Delante de Dios hallaste
Gracia, por lo que no temas.
Un hijo concebirás
Quien salvará a la tierra
Y a los pobres que la habitan
Después de una muerte horrenda.
Jesús, le pondrás por nombre
Doblegarás la cabeza
Por ser hijo del altísimo
Lo adorará la humanidad entera.
El Eterno le dará
De David por descendencia
El trono que ocupó,
Así reinará en Judea”.
La virgen le dice humilde:
¿Cómo tal cosa acontezca?
Pues no conozco a varón.
¡Creo imposible que sea!
De nuevo el ángel le dijo:
“María, de temer deja,
Pues el Espíritu Santo,
Todo lo hará con presteza”.
La virgen, al ver que Dios
La voluntad en aquellas
Frases del Ángel Gabriel,
De este modo manifiesta.
Dijo sumisa y humilde:
“He aquí Señor tu sierva,
Hágase en mí lo que tú,
Eterno Señor deseas”.
“Isabel, también un hijo,
Pronto concebirá aunque
Sea como bien sabes estéril
Y en edad, bastante vieja.
Porque nunca hubo imposible
Para la santa excelsa
Trinidad, que desde el Éter
A este ruin mundo gobierna”.
Desapareció el Arcángel,
Subió a la mansión eterna
Donde con ansia esperaba
La celeste corte sempiterna.
La virgen al fin del éxtasis
Despertó y de gozo llena,
No cesó de bendecir
A la Trinidad excelsa.
El cielo alegre, contento,
Bendecía a la doncella,
Porque quiso ser de Dios,
Madre y de ángeles reina.
Reinaldo Barrientos G.
Rebaguz
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