Una vida y tres formas de acabar con ella. Una mesa y sobre ésta: Un revolver 38 mm, una soga con la que amarran al perro y una navaja multiusos que su padre le regalo seis años atrás el día de su cumpleaños. La música de fondo a cargo de Radiohead con Paranoid Android, Karma Police y otros de sus éxitos. Fin de semana, nuevamente solo como la mayoría de días desde que murió Juliana, ese día en el que pudo evitar la desgracia de un enorme cargo de conciencia que lo había llevado hasta esa condición. Una lágrima que cae dejando un camino triste y largo a través de su mejilla. Sudor en sus manos y en todo su cuerpo, una gota cae desde su cabeza y choca contra el piso de su habitación. Una última mirada al espejo que esa noche reflejaba la cara de un joven lleno de tristeza y odio contra la vida que le tocó. Navaja, soga o revolver, la última elección que podría realizar. Lápiz y papel en mano, llego la hora de la despedida. ¿Culpar a alguien?, ¿Despedirse de su familia y amigos? ¿Dar explicaciones?... Que iba a saber, era la primera vez que pensaba en despedirse luego de varios intentos fallidos para suicidarse. Otra lagrima se dibuja en su asustado rostro. El aliento etílico y un ambiente a nicotina lo acompañan también. Ring... Ring... Ring

Suena el teléfono.

–¿Juan vamos a tomarnos una cerveza?- Dice ella.
–Listo, nos vemos en 5 minutos – Dice él.

Guarda todos sus instrumentos mortales en la gaveta de siempre, nuevamente su amiga lo había salvado de la muerte. Igual mañana será otro día para intentarlo.