Un pequeño análisis personal sobre el ''caso Maciel'', tomado por Carmen Aristegui, periodista mexicana.

Tras la lectura de ‘‘Marcial Maciel, Historia de un Criminal’’, libro de carácter periodístico de Carmen Aristegui, periodista mexicana, hemos llegado a ciertas con-clusiones.
Tal como se afirma en el libro, el ‘‘caso Maciel’’, es uno de los escándalos más grandes y una de las peores crisis de la iglesia católica contemporánea. El caso Ma-ciel, es en realidad el nombre dado a toda una red de pederastia, mafia y encubri-miento hipócrita de una institución eclesiástica bajo el mando del Vaticano y la Iglesia Católica hacia un sacerdote, Marcial Maciel Degollado, que fue nombrado por el mis-mo Juan Pablo II, en aquellos días el Papa, como un ejemplo para la juventud de aquel entonces, por sus predicas moralistas y su forma de vida ‘‘santa’’ y ‘‘pura’’. El problema radicó en sus múltiples caídas y el caos que se ocasionó en el mundo cató-lico tras quitarse el velo y poder verse la realidad del hombre de sotana y de esta cé-lebre institución religiosa, la Legión de Cristo.

Como muchos otros, Marcial Maciel Degollado fue un sacerdote que abusó sexualmente de niños y jóvenes (entre otros crímenes), delito que pareciera ser algo común entre los clérigos de la Iglesia Católica de hoy. Sin embargo lo más aterrador y desconcertante de estos crímenes es el poder global y el encubrimiento tanto del per-sonaje como de la misma institución religiosa, es decir la Legión de Cristo. Si bien, comprendemos que siempre la Iglesia Católica a proporcionado una defensa justa como es debido a sus acusados, y no es la diferencia de casos como Francisco José Cox, o José Aguirre Ovalle en Chile, Luís Sierra en Argentina y Brendan Smyth en Irlanda, Marcial Maciel recibió un poderoso apoyo de parte de la Legión de Cristo, del Vaticano y aún más del mismo Sumo Pontífice Juan Pablo II, quienes encubrieron sus delitos y negaron todo lo que los testigos y las mismas victimas (cabe considerar que eran ex miembros de la misma Legión) afirmaban. Es impresionante y francamente inaceptable cómo incluso después de las pruebas indiscutibles y de los testimonios de las mismas victimas el Vaticano siga defendiendo y encubriendo los delitos de Maciel.
A parte de todo esto, Marcial Maciel tenía una doble vida. Se descubrió que Maciel también tenía hijos ocultos, lo que de partida está prohibido para un sacerdote.

Todos estos hechos nos lleva al cuestionamiento de la posición de la iglesia ante estas situaciones. ¿Es que acaso la imagen de un hombre o una institución son más importante que la misma justicia e integridad moral que profesan?
Si lo llevamos a un punto de vista cristiano (no religioso), la misma Iglesia ten-dría el deber de perseguir a estos individuos y llevarlos ante la justicia, a parte de la penalización correspondiente a la institución como la negación de sus cargos. Es por esto que es muy denigrante para la imagen de un Papa como Juan Pablo II, el cual siempre fue visto como un hombre integro, incluso con la aprobación laica del resto del mundo.
Para continuar con la temática, hacemos hincapié al punto de vista cristiano y una crítica además a la presión que existe sobre los clérigos. La carga fuerte que se les impone con respecto al celibato al que son expuestos, sin poder siquiera compro-bar esta carga Bíblicamente, afirmando claro que es de este libro, La Biblia de donde nacen sus dogmas, creencias y principios. Por supuesto que se les impone una carga además moral, una ‘‘fachada’’ de santidad que después les juega en contra y que a la misma iglesia no le encuentra otra solución más que ocultar los crímenes en vez de aceptarlos y simplemente hacer que sus criminales respondan.

Pero si vamos aún más profundo, nos quedamos expresamente con un la opi-nión del mismo Jeff R. Anderson; ‘‘Es una cuestión de poder, no de sexo’’. Los lazos entre los mandatarios religiosos van más allá. La jerarquía de cada cargo entorpecen las acciones legales y las acusaciones que llegan hasta el vaticano parecieran ser inútiles y prácticamente inexistentes cuando el acusado es más prominente y de ma-yor rango en este ‘‘imperio del terror’’.
La cercanía del Sumo Pontífice con Maciel era una amistad que no permitía una intromisión de las voces de los jóvenes afectados. A pesar de la carta de los nueve ex legionarios enviada a Juan Pablo II, todo fue negado durante años.
Aunque Marcial Maciel no pagó el precio que correspondía (al menos no en vida), este suceso documentado por la Periodista Aristegui, abre las puertas a la lu-cha por las victimas de otros casos de pederastia clerical, y la discusión de quiénes son los llamados a intervenir en estas situaciones, a cuestionar el poder Papal y del Vaticano y el rol real que debe jugar la iglesia ante estas situaciones.

Concluimos diciendo que claramente, (desde el punto de vista cristiano), un sacerdote, como cualquier ser humano, no puede ser poseedor de tal caga moral y biológica como lo es el celibato. También pensamos que no es posible que el Vatica-no ni el Papa puedan entorpecer la investigación ni ocultar los hechos criminales de sus miembros, aún cuando esto afecte a su estructura y su imagen e santidad, la cual queda aún más manchada por su hipocresía e injusticia evidente.