He nacido en la cúspide mientras voy descendiendo, y ya voy por la mitad del recorrido. Da lo mismo si acaso tengo prisa, todo gira en torno de la respiración. No obstante me invade una fuerte sensación de miedo, estoy temeroso del sol, de la gente, del futuro, de mi esposa, de mis hijos, hasta de mi mismo, pues me desconozco sin saber como he de reaccionar.
Tengo un collar y una pulsera que sirven para ahuyentar la mala suerte, invierto todo mi tiempo en estar alerta a posibles complicaciones. Me suelo frotar un ungüento como para alejar a las personas sensibles a lo extraño por suceder.
Nunca termino de aprender que la vida es un gran misterio donde mejor dejar la tapa en su lugar, en vez de querer intimar con lo desconocido; es arto evidente que los humanos no podemos llegar a entender muchas de las circunstancia que rodean el destino general del universo, entonces para que incendiar la mente con estúpidas elucubraciones, mucho mejor aceptar la limitación pues por algo preciso ha de existir.
Estoy a punto de sumergir mi cuerpo nada menos que en el mar Atlántico, que es turbulento, pero es sabido que es lo opuesto al océano Pacífico, donde impera una enorme calma, no obstante pululan los terremotos y ayer hubo uno de siete y pico; por lo tanto me he de cuidar de algún pequeño Tsunami perdido que para mi será lo suficiente como para ser arrastrado hasta quien sabe donde.
El mar y el río son seres con hambre de gloria.
Pero la carcasa de plástico de una computadora pasa flotando frente mío y enseguida aprovecho para usarla de salva vida. Donde una correntada adversa que tira para lo profundo en minutos me interna aguas adentro.
Yo con el monitor vacío de la computadora estamos navegando a la deriva hasta que, por fortuna, se hace presente un buque de pesca pero al revés de lo esperado, éste nos envuelve en la malla de la red. Es tremendo el revuelco al que me veo sometido, siempre aferrado al aparato flotante tratando de respirar cada vez que asomo la cabeza con la boca hacia arriba.
Finalmente cuando sacaron la red colmada de pescados, atónitos de verme allí, me encontraron aun con vida, he salido casi ileso, más, con un pequeño soplo de un enfermero a bordo, logro vomitar toda el agua de los pulmones.
Lo único que atino hacer como para dar por terminado el tremendo susto, es colocar el monitor en mi cabeza ofreciendo la primera entrevista para la televisión.
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