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Te abrazaste a mí, sentí lo rasposo de tu barba rozarme el cuello, bajar lentamente por mi pecho. Mis pezones se endurecieron al contacto con la piel caliente de tu torso. Sentía tus piernas aprisionarme con firmeza, mis manos recorrían ansiosas las formas de tus muslos, apretando los músculos con mis dedos. Tenía als manos frías pero no parecías notarlo. Por fin te tendría dentro de mí, lo que había esperado tanto, te sentiría duro y caliente dentro de mi cuerpo, cerraría mis ojos mientras me penetrabas, estremeciéndome con cada embestida tuya, abriendo los ojos para ver la hermosa simetría de tu rostro de hombre, congestionado por el placer, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, la forma en que tus cejas enmarcarían tus rasgos, tus gestos, para finalmente ver como te movías mas rápido, mas duro, hasta que tu rostro me mostraría que te estabas corriendo, que te derramabas dentro de mí, sentir en oleadas como me llenabas.
La anticipación de sentirte me excitaba, sentía mi cuerpo arder mientras me besabas alrededor del ombligo, bajando cada vez más. Quise gritarte que te amaba, como sólo yo podría hacerlo, que admiraba tu valentía y tu fuerza, que nunca olvidaría las largas converaciones que tuvimos cuando éramos amigos, cuando tímidamente trataba de mostrarte que me importabas y tu parecías no darte cuenta. Esas largas caminatas por el parque en otoño, con la manta de hojas en el suelo y tu riendo, tus ojos pardos brillando y yo muriendome por besar el hoyuelo de tu barbilla, muriéndome por pertenecerte a pesar de saber que era menor que tú, que estabas casado, que no podía ser.
Y aquella noche en que la desilusión me consumía y me fui de marcha, me fuí a bailar , y la música parecía golpear mi cuerpo, abría los ojos y en cada rincón te veía, el alcohol corría por mis venas y distorsionaba mi mente, del techo de la discoteca caían papelitos brillantes que se me pegaban al cuerpo sudoroso, y a la cara llena de lágrimas. Grité que te amaba una y otra vez por encima del sonido de la música, grité que te amaba porque nadie se molestaría en oírme, susurré que te amaba cuando trastabillé en la escalera camino a los servicios, gemí que te amaba incluso cuando sentí que el mundo se me hacía pequeño y que la inconciencia inmovilizaba mi cuerpo. Seguí repitiendo que te quería desesperadamente incluso cuando desperté en la cama de aquel hospital 4 días después con la cabeza dolorida y los ojos escociendo y lo primero que ví fue a tí. Sentado frente a mi, mal tapado con una manta de color indescifrable, con tu cuerpo y tu rostro en tensión, dormido como un adorable niño de 31 años. No pude despertarte. Me quedé mirandote como idiota hasta que gemiste suavemente y le devolviste la luz a mi vida al abrir tus ojos pardos enrojecidos de sueño. Una sonrisa iluminó tu cara varonil y nervioso te me acercaste. "¿Me has oído?" me pregunté, me has oído repetir una y otra vez que te amo?.
Fuiste el más atento de los hombres durante mi estadía en el hospital, ibas todas las tardes y te quedabas largo rato conversando sentado junto a mi cama, traías libros y música y dulces que las enfermeras te dejaban pasarme benevolentes, maravilladas por tu encanto. Incluso me cogiste en tus brazos el día que me dieron el alta y me depositaste suavemente en el asiento de cuero de tu coche para llevarme a casa. Pero en ningun momento fuiste más que un amigo.
Durante los meses siguientes comencé a desesperarme, me follé a cada tío que se curzó por delante, incluso tuve un novio muy joven al que conociste y al que desaprobabas en silencio, encendiendo mi esperanza de poder causarte un poco de celos al menos. Fue cuando el me engañó y me viste tan mal que decidiste intervenir y te dije que te fueras a la mierda, "que hay de malo en que le quiera" te grité "que hay de malo en que le quiera a él si tu no me dejas quererte?" Me miraste sorprendido, tu boca roja temblando el hoyuelo sexy de tu barbilla y la expresión de sopresa, no lo dudé ni un momento y me acerqué a ti, puse mi boca sobre la tuya y acaricié tu lengua con la mía, sentí tu cuerpo ponerse tenso y luego te apartaste con fuerza. "yo no soy..." gritaste enfurecido, "yo no puedo" y entonces te dije que te largaras, te escupí y te dije que te fueras a la mierda, que derecho tenías en ilusionarme, en tratarme como si yo fuera "especial" para ti. "Vuelve con tu esposa a la que no amas, cobarde" te grité y la expresión de tu cara doliente la recordaré toda mi vida.
En 3 meses no te ví. Me paré cada tarde al salir de clases afuera de tu despacho, y al amparo de las sombras te vi salir cada día a almorzar, a fumar apoyado al capó de tu coche, tan hermoso como siempre, con el entrecejo fruncido y cabizbajo. Hasta que un día cometí un descuido y me viste. Te acercaste a mí con paso seguro y una expresión de rabia en tu rasgos. Sentí miedo, pensé que me echarías de tu vida, que me insultarías y con el corazón partido tendría que largarme y dejarte. Pero en vez de eso, te paraste frente a mí, me miraste con ironía, podía oler el aroma a cigarro y perfume de tu abrigo, embriagándome. Entonces miraste hacia ambos lados de la calle con curiosidad y sin decir una palabra me empujaste al oscuro callejón y me besaste. El corazón me latía desbocado dentro del pecho, mi estúpido corazón de 18 años latiendo con un sonido chillón y agudo aplastado contra el tuyo, tu corazón ronco que se aceleraba con cada beso, con cada mordida, con cada lamida que le daba a tus labios. Estuvimos besándonos en aquel anónimo callejón durante horas. Y luego tal como habías venido, sin decir una palabra, te marchaste y me dejaste ahí.
Cada vez que cerraba los ojos podía sentirte, te deseaba con tanta fuerza que los huesos me dolían, pensaba en ti en el trabajo, pensaba en ti en clases, recordando la forma en que devorabas mi boca, la forma en que respirabas entre beso y beso, la manera en que apoyabas tu sexo endurecido contra mis caderas, restregandolo.
Volví a aparecer cada tarde en tu despacho solo para robarte besos silenciosos en el callejón. Nunca decías nada, solo me tomabas entre tus brazos fuertes y yo sentía que el aire me abandonaba, que las fuerzas huían de mis miembros, tantas eran las ganas de entregarme a tí. Tan extasiados estábamos una tarde que no oímos a tu compañera de oficina que bajaba a dejar la basura al contenedor del callejón. Estaba parada a metros de nosotros con las bolsas de basura suspendidas en el aire y una expresión de genuino horror y asco en su rostro. Me soltaste inmediatamente. Era tanta la fuerza con la que me tenías en tus brazos que al moverte perdí el equilibrio y caí. Te fuiste tras ella deshaciendote en disculpas y explicaciones, dejandome en la oscuridad del callejon, en el suelo, como si no significara nada para ti. Nada.
Volví todos los días a buscarte durante la semana siguiente. No fuiste. Te esperé en el callejón durante horas, hasta que el frío de la noche entumecía mis pies y mis manos. No volviste.
Pensé que enloquecería de no verte. Te busqué en todas partes, incluso me atreví a espiar por las ventanas de tu casa tratando de encontrarte, pero no estabas. Me refugié nuevamente en la juerga y el alcohol, reemplazando con ligues de una noche lo que habíamos vivido juntos. Dos meses sin saber nada de ti, si te habían despedido, si estabas bien, si estabas vivo incluso.
Y entonces hoy. Hoy. Hoy que había decidido dejar de sentirme miserable por ti, dejarte ir y olvidarte. Hoy que me levanté temprano y sentí placer por primera vez en semanas de sentir el sol sobre mi cara. Hoy has venido. Estabas parado afuera de mi puerta cuando salía a correr. Te he visto y he quedado deshecho. Delgado y pálido, mirándome con expresión suplicante. No he podido decir nada, ¿que hubiera podido decir nadie ante semejante sorpresa?
-Lo hemos dejado- dijiste- Mi esposa y yo, lo hemos dejado.
Asentí debilmente. Tragaste saliva con dificultad.- Yo he venido a...-suspiraste- He venido a pedirte perdón y a pedirte que me aceptes.
Yo te acepto- dije sin dudar- Tu te aceptas?¿aceptas lo que eres? ¿lo que somos?
Me cogiste en tus brazos por respuesta, me tumbaste sobre la cama y me besaste de la forma más tierna. Tu torpeza me excitaba aún más.
-Tendrás que perdonarme-dijiste sonriendo- Es la primera vez que hago el amor con otro hombre.
Comencé a recordar cuando eramos amigos mientras bajabas besando mi ombligo, pero cuando llegaste a...no pude pensar nada más. Fui tuyo y fuiste mío.
Afuera era otoño otra vez, el suelo estaba denuevo cubierto de hojas y el sol brillaba débil y tibiamente como cada vez desde el principio de los tiempos, pero este Otoño era diferente, este era el otoño en que no me permitiste olvidarte...


http://www.youtube.com/watch?v=fiA2Ufldxd8

Texto agregado el 17-04-2011, y leído por 256 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-04-2011 Vaya ... Guau, guau, guau ... Hace bastante tiempo que no había leído algo tan envolvente y que me gustara tanto. El cuento es muy intenso, muy potente, el lenguaje y las imágenes, en medio de una historia que vivencié a cada tramo que leía, de hecho lo leí unas tres veces, y el descenlace tenía una tremenda sorpresa de la que no me había percatado en un principio...Buenísimo, redondito, de antología... Me dió mucho gusto leerlo en verdad... Es fuerte, apasionado, los sentimientos, las obsesiones, la angustia del protagonista ... En fin, fin ... Excelentísimo ... athelstane
18-04-2011 muy bien llevado... da gusto de leer seroma
17-04-2011 Excelente cuento firpo
17-04-2011 Espero tu proximo escrito,preciosa. Saludos desde mexico. casanova08
 
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