Las olas del mar con esa espuma blanca y ese color celeste que nubla la vista y la razón donde habitan los pensamientos, mientras que una joven, quien merece una bella canción de mucho sentimiento, poza dentro de mis catalejos, a su vez el mar avanza sobre las piedras agrietadas; y sobre las calles, con un aire fresco que inunda la ciudad.
Los turistas se internan sin descanso en el agua salada, y dulce de recibirlos a quitarse todo el calor del verano.
Yo estoy con unos prismáticos observando un par de gaviotas nadar mar adentro, si hasta puedo ver sus picos como hablan entre si.
Pero también veo aquella muchacha, entrando con la lente en el corpiño, pero ella tiene una cara extraña, como si estuviera muy golpeada por la vida, aunque es tan bonita, que ella misma sabe que nunca le ha de pasar nada malo.
Pero realmente la naturaleza me exige voltear la mirada llena de lívido cual cuajo de leche.
Me encuentro feliz en este mundo, aunque de ser sincero, el alcohol hace meya en mi sangre y me obnubila, pero prefiero bailar con mis ojos puestos en la lente sobre la línea del horizonte, antes que pensar en la sangre correr por la arterias que me hace recordar a la propia agonía y al transito pesado.
Aleluya que el mar esta espléndido, y el mundo feliz. Pero yo ahora mato un insecto que pasaba apresurado y algo arrepentido por empañar con vapor la pureza, no obstante pateo su cuerpo debajo de la rueda trasera de una motoneta.
Últimamente estoy viendo muchas lagartijas, pero quiero caer en la hierba, aunque muchas de ellas se posen sobre el pecho haciéndome emocionar demasiado, sonando cual una batería en un colchón de hierbas sagradas, y luego fumar tragando el humo con avidez.
Me queda el grato recuerdo de ver al mar danzar para todos, cuando en estos momentos soy un titán con el oro montado en la mochila, con la música del alma sonando a flor de piel.
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