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Giro el cuerpo para arremeter contra aquel ser que lleva la inscripción Familia, pero otro ser se interpone entre el destino de mi espada y mi espada propiamente dicha: lleva la inscripción Amores.

"¡NO!" grito mientras todo se está volviendo negro como la boca de un lobo.
El truco de las sombras se repite, pero esta vez no avanzo... No avanzaré, por la cuenta que me trae.

"¿Por qué no vienes?" pregunta mi yo infantil. "¿Tienes miedo a lo que vas a ver?" cuestiona mi yo joven. "Iros a la mierda," pienso, "no me voy a mover."

"Lo siento delgaducho, pero te vas a venir por las buenas o por las malas" dice el grandullón. No atiendo a sus palabras... Pero sí a sus patadas en el costado... He caído en postura fetal por culpa de ese maldito bastardo. Nunca he sentido un dolor semejante... Miento. En el cuerpo, sin duda que no. Pero en el alma, en el corazón sí: el dolor del rechazo. "Ya es un compañero mío infatigable, siempre viene conmigo, y cuando algo se interpone entre mí y alguna felicidad, por lujuriosa o humilde que sea, siempre he de pensar lo peor." digo de repente en voz alta. "¿De qué demonios está hablando?" dicen los dos a la vez. "Del dolor." les contesto y acto seguido debo escupir sangre, si no me ahogaría.

Me levanto, y mientras voy dando tumbos, me acerco al corro de sombras. Tambaleándome como un tentetieso de los que tenía mi hermano cuando era un bebé, llego al siniestro grupo.
"¿Qué haces aquí?" me pregunta una, cuya voz no intento siquiera reconocer.
"Estoy aquí, porque quiero irme;" contesto, "¿por qué no acabamos cuanto antes? Estoy en medio de una refriega con unos cuantos seres horribles y me gustaría masacrarlos."
"¿Qué has venido a hacer?" me pregunta otra, con una voz que no he podido evitar identificar. Me he quedado traspuesto; no puedo contestar; no me puedo mover... "Contestaré por mi colega" dice el canijo, "estamos aquí..." "¡CALLA! Debe contestar él." dicen señalándome a mí.
Me caigo de rodillas... Entre las patadas en el costado de antes y la reacción que he tenido al oir a las sombras hablar, no sé qué dolor es más fuerte... Empiezo a llorar... Pego un puñetazo al suelo y me encorvo... Nadie viene a consolarme...

Es lógico; nunca vino nadie anteriormente.

Texto agregado el 15-07-2004, y leído por 166 visitantes. (0 votos)


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