Después de Munich 2
Su brazo enorme me alcanzaba un tohallón con los colores del Club. Lo tomé con la punta de los dedos dándole las gracias y tratando de no demostrar temor, a pesar que me tiritaban las patitas.
Mientras me secaba, bajo la atenta mirada de él, yo reflexionaba como es la vida. Ayer estaba en Alemania, comiendo salchichas y tomando cerveza y se me ocurre volver y ahora estoy a un paso de la muerte.
Me podía haber quedado allá y disfrutar con las mujeres que me ofrecía el conserje del Hotel, ¡pero nó! El boludo tenía saudade.
Bien me merezco la paliza que me va dar la bestia esta, nada más que por pelotudo.
—¿No tenés ropita seca? —me preguntó muy cariñoso.
—¡No! El viejo maldito me mojó todo…
—A mi también. ¡Qué viejo más loco! Pero no te preocupes que yo en mi armario del Club, tengo un par de camisetas de rugby y te puedo prestar una.
Yo estaba un poquito asustado, pero no porque sea temeroso de un grandote enfurecido, sino porque estaba desnudo y eso te acobarda más. A pesar de la ducha hirviendo que había tomado, temblaba como perro chico y tenía la piel de gallina (cuero de pollo, como dice mi hermana). Me restregué con fuerza con la tohalla y Rodolfo me trajo una camiseta suya. Me la puse y me cubría hasta los pies. Rodolfo me miraba divertido. Seguramente pensaba en como iba a acabar conmigo.
—Tenés que usar ojotas cuando te duchés —me dijo— porque te podés contagiar el pie de atleta. ¡Vamos al buffet que te quiero hablar!
Así descalzo y vestido con una enorme camiseta de rugby me senté en una de las mesitas del buffet del Club.
—Tal como te adelanté por teléfono hace un rato, me quiero disculpar—comenzó diciendo un poco turbado.
—¿Disculpar? ¿Disculpar de qué?
—De la conducta de mi hermana Lo sé todo. Ella no tenía porqué hacerte sufrir. Está muy arrepentida y espera que la perdones.
—Dile que la comprendo y la perdono. No tengo resentimiento. Solo deseo que sea muy feliz.
—Eres muy noble. Ahora dime ¿Porqué te escapaste y no querías hablar conmigo?
—Porque no me gusta que me pidan perdón y yo ya me imaginaba que venías por eso —le mentí. No podía decirle que le había entendido mal y pensé que me venía a matar.
—Bueno, ya está todo aclarado, me voy. A propósito, Ché, ¡que linda está la Soleil!
—Ahora que lo dices, tienes razón. Tú y ella harían una linda pareja. Pero te advierto que con ella tendrás que ser muy, pero muy cargoso para conquistarla. No es fácil. Tendrías que acosarla a toda hora. No dejarla ni a sol ni a sombra. Cansarla con tu presencia Abrumarla con cartas y llamados telefónicos y sobre todo, ganarte primero al viejo.
Ahora podrías llevarle unas cuantas plantas de Violetas de los Alpes.
Claro. Todo esto si en realidad tienes interés en ella. Pero te advierto que Soleil vale la pena. A mí ella no me daría ni la hora, porque siempre fuimos como hermanos, pero tú seguro que le agradarías, pero ella no es de las que demuestran algo. Es de las que les gusta que las ganen por cansancio…
—¡Gracias por tus consejos! ¡Los voy a seguir! Siempre me pregunté que catzo era lo que mi hermana Erika veía en ti y ahora me doy cuenta que eres un buen tipo. Chau…Nos vemos.
Me quedé riendo solito de lo que le esperaba a Soleil. Se lo tenía merecido.
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