Escucho que cambia mucho mi voz, cuando me siento a la pies de la computadora, y ya casi no puedo seguir pensando como antes lo hacía, imagino que es otro lugar en otra galaxia, y yo otra persona muy, muy distinta, hay un yo que habla como un loro de feria, pero también hay un yo que escribe cual Julio Cortázar.
Pero estoy queriendo hacer animaciones en Flash 8 y percibo que no tengo suficiente contenido como para concretar algo de jerarquía. Ya me he volado la cabeza varias veces y también he sido un presidente re-electo, casi un dictador. Y miles asistieron a mi boda y miles asistieron a mi entierro. Pero nada puedo hacer más que estar internado en una disciplina feroz, extenuante.
Mis movimientos se hacen por demás torpes cuando estoy sentado a la computadora, por ello siempre pongo una copa con bebida blanca, para ser delicado en mis acciones. La barba de un lobo mojado tengo cuando estoy escribiendo una contraseña, y ni hablar si una poesía se mete en mis uñas.
Pero cuando voy libre por la calle caminando como uno más, salto como una mariposa donde nadie me puede tocar.
Cuando estoy llegando a la esquina del destino prefijado, una dama, de bello porte por donde se la vaya a mirar, deja caer un pañuelo rosado a la vereda de baldosas grises, y yo muy apurado me precipite sobre la prenda agachando mi cuerpo como lo hago cuando estoy frente a la computadora, y que va que me aflora un monstruo que espanto a la señorita quien salió de prisa sin siquiera llevar su pertenencia.
A mi todo esto me sirve muchísimo de lección, como para saber perfectamente donde me tengo que agachar y donde debo permanecer parado, sabia lección si es que voy a seguir insistiendo en asumir esta actitud bipolar.