Un avión, que realiza fumigaciones, aterriza de emergencia sobre un sembrado, el piloto automático está descompuesto, motivo de la decisión por parte del capitán de la nave, pues cabe la posibilidad que el mal se propague al resto de las funciones del aparato.
Es de mañana temprano, aun el veneno cae cual llovizna, el capitán de la nave observa el horizonte, el viento fresco le acaricia el rostro, es un momento difícil pero igual ahora están en tierra y es de respirar.
Aprovecha para mirar una foto de la familia y ponerse a recordar. De todos modos una patrulla pronto lo irá a rescatar.
Sus botas están con barro y hay hormigas, lo que hace pensar que ha caído en un extraño hormiguero. A lo lejos le parece ver el esqueleto de un oso. En lo que tarda un segundo es invadido por millares de hormigas, que lo cercan, para luego devorarlo entero, dejando solos sus huesos.
Cuando viene la patrulla a rescatarlos, se percatan de la horrenda situación, con la diferencia de antes, que ahora solo algunas pocas hormigas se subieron a los cuerpos de cada uno de los que allí están, quienes solo sacuden el organismo como queriendo desprenderse de los insectos.
Pero vaya sorpresa que la patrulla de rescate aquí presente, también son invadidos por millones y millones de estos crueles insectos, hasta ser corridos como el antecesor.
La historia año a año sabe hacer recordar, en distintos actos a lo largo del país, aquella misma historia de las hormigas asesinas.
Sobre todo porque luego del primer contingente, encima se comieron a doscientas personas mas.