Desde hace algún tiempo me dedico a acopiar mis mejores momentos.
Pero, a medida que avanzo en esa tarea, me doy cuenta cabal que lo mejor está aún por llegar.
Por eso intento dibujar el croquis infinito de lo inexplorado.

En esas instancias es que llamo a la audacia
a fin de que me impulse, con sus caderas cimbreantes, sus labios llamativos, sus ojos de hacha filosa, a explorar lo todavía desconocido.

Le solicito que ilumine brutalmente, sin piedad alguna, para que retire la piel de mis recuerdos, aunque mas no sea por un lapso de vida provisorio.