UNA CORTA HISTORIA
Como siempre lo hacía, llegó diez minutos antes a la cita y se sentó a esperar eligiendo al azar una de las mesas del bar en el que habían convenido encontrarse. Pidió un café a su gusto, con canela, y se brindó a esperarla. Puntual la vio entrar al bar, y por enésima vez experimentó el mismo rubor que inevitablemente lo invadía cada vez que se reunían después de una pelea. Eso lo ponía extremadamente nervioso por el descontrol que su sola presencia le provocaba. Disimulando apoyó la pequeña taza de café sobre el plato para evitar que notara aun mas, el apenas perceptible temblor de su mano. El desenlace se advenía. Ella cerró la puerta, lo buscó entre las mesas y al verlo apenas con una sonrisa le advirtió de su llegada. Mientras caminaba rumbo a donde estaba él, tímidamente se acomodó el pelo que ligeramente le caía a ambos lados de la cara. Iba tomando cuenta de los cambios en el lugar. Nada es como entonces pensó y llegó a la conclusión que en cuestiones de tiempo, no existen retornos. Como fotos en sepia pasaban por su mente, los las veces que allí mismo planificaron con palabras un falso e inquebrantable futuro de promesas. Cuando sintió que estaba por quebrarse, atinó a no seguir pensando para evitar que lo notara, abortando simultáneamente la idea que tenía de que al llegar se quitaría los lentes oscuros. Ya juntos frente a frente, él galantemente se puso de pié y sin saber que decir la invitó con un gesto a que se sentara. Para ella su indecisión era comprensible y no buscando darle mayor trascendencia, se apresuró a ofrecerle su mejilla exhortando a que la besara. Cuando llamó al mozo lo contuvo: “No por favor... terminemos cuanto antes con esto”. “Esta bién...” –coincidió-. Los dos esperaban del otro que empezara hablar. “No dramatices... Aun podemos ser amigos” –sugirió él-. “¿...Y alguna vez resultó? –terminante fue su respuesta- De a poco ella comenzó a flaquear; se le notaba en el vibrante movimiento de los labios cuando callaba. Tomando un pañuelo de su saco, cortésmente él se lo ofreció. - -“Lo siento... no puedo evitarlo.” –aceptándolo se justificó-
-“Como amantes, esto jamás nos hubiera sucedido” a lo que ella le retrucó:
-“Tal vez, pero aun así de nada me arrepiento. Vayamos al grano... – ya recuperada cambió el tono del diálogo- Estoy aquí para darte las gracias por autorizar a que Clarita viaje conmigo”
-“Es tu hija también... ¿O no?”
-“Si es cierto, pero... no se... quise decírtelo.”
-“Retenerla hubiera sido un capricho absurdo. La voy a extrañar pero si escogió ir contigo... que puedo hacer.”
-“Bueno... me voy. –dijo ella poniéndose de pie-
-“Espera.... no puedo creer que viniste solo para agradecerme. Incluso, si eso querías, por teléfono hubiera sido suficiente”
-“Si, es verdad... Quise aprovechar también para despedirme... Es casi un imposible que volvamos a vernos”
-“Escucha... Yo...”
-“No, por favor. Si resolvimos que esta era la solución no retrocedamos”
-“¿Pero yo jamás imaginé que estarías tan lejos?”
- “ Y que diferencia hay. Aquí ó allá nada cambia.
-“ Si que cambia. Aquí podría la casualidad v...
-“ Por eso. –lo interrumpió- Lejos no existe casualidad posible. No quiero terminar como siempre: intentándolo de nuevo. Salgamos por favor; se me hace tarde”
El café con canela, ya frió, quedó a medio beber junto a un billete que jamás tuvo vuelto. Ya en la calle silenciosamente se miraron y un prolongado beso en la mejilla entre ambos cerró el adiós definitivo. Habían coincidido que algo, sin saber que, lograba separarlos siempre. En direcciones opuestas se perdieron a la distancia reprimiendo el deseo de girarse para ver al otro una vez mas. Ella oliendo el perfume de su pañuelo, él, dispuesto a que un sueño reparador, lo sorprendiera bebiendo en algún bodegón del bajo.
Algunas veces el amor... no todo lo puede.
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