Hice palanca con una barreta y la puerta se abrió de golpe. Recito por millonésima vez una canción romántica que se me ha pegado desde ayer. El galpón está sucio con mucha tierra seca. Una araña pasa caminando frente a mi cara.
Escucho como la vaca se rasca usando la pared del fondo.
Estoy buscando unos billetes, de cuando hace varias décadas hubo la otra etapa inflacionaria, para ofrecerlos en la Internet, puesto que los guarde en este mismo galpón, donde atesoro muchos recuerdos, al que muy pocas veces visito ¿Estarán donde los dejé? Porque aquí se roban todo.
Pero ayudado por la luz comienzo a ver imágenes de personas, y rostros.
Siento que lamento haber destruido mi hogar, pero odio dejar pasar un amor verdadero.
Abro el celular y busco en un estante un frasco de vidrio, allí está el tesoro. Nada son unos veinte billetes, incluso algunos de otros países, y también monedas.
Estoy recordando que en aquella época era joven, que tenía tantas ilusiones vivas.
Pero en estos momentos tengo miedo de que pase algo feo y prefiero apurar la marcha para salir cuanto antes.
Entonces salgo con el frasco cual si la casilla fuera una mina de carbón que se está derrumbando.
La luz del sol golpea mi cara y pone todo el paisaje brillante, veo atravéz de un filtro blanco intenso.
Cuando logro volver a mirar, en frente mío hay un hombre, conocido, que desde hace tiempo me hace la guerra, tan solo pues estuve hablando de forma amigable con su señora esposa, siempre dispuesto a quitar de su cintura un arma como para dispararme.
Pego un brinco hacia un costado y el injusto dispara contra mí, pero el proyectil rosa una columna de madera, haciendo volar un pedazo.
Al verlo sacado de si, comienzo a correr en dirección del rio, donde inmediatamente logro esconderme entre la maleza del Luján.
Y aunque parezca mentira, me encuentro en la isla del club con la propia Elena Margarita, la esposa de mi enemigo de quien recién les hable pero omití decir la verdad, y no va que el tipo nos vuelve a pescar juntos, justo cuando nos dábamos un besos en los labios.
Yo siento vergüenza ante Dios, por salir con una mujer casada, pero tenemos una fuerte atracción física y no podemos evitar querer estar juntos.
No obstante el marido nos siguió todo el tiempo y obligado no quedó mejor remedio que enfrentarlo a las trompadas limpias.
Elena cayó al rio de un empujón que recibió en un descuido, pero la lucha resultó pareja hasta que llego, un ordenanza acompañado con uno de vigilancia, y por fin nos separaron.
Lamento informar, que no obstante, con Elena decidimos no volver a vernos.
No lo puedo aceptar, estoy triste, en verdad le deseo la muerte a ese cretino infiel.
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