Una de las Hadas del Cielo se compadeció de un ser estrafalario, inacabado e imperfecto que estaba confinado en el Averno. Este ser había perdido la capacidad de conocer su Esencia por ser desobediente, cínico, blasfemo y arrogante. El Hada vino a decirle al Que Todo lo Ve que le diera una oportunidad a tan malévolo personaje y el Que Todo lo Ve lo sacó de allí y lo mandó al Bosque de las Dificultades.
La misión de esta especie de duende, era guiar a los extranjeros que allí llegaban hasta el final del camino. Sólo así le daría la oportunidad de recuperar su Esencia.
Cada vez que un viajero llegaba al Bosque, el duende lo llevaba por intrincados caminos llenos de espinos y veredas tortuosas, hasta que encontraba la salida.
El duende vio un día a una joven que llevaba una pierna lastimada y aquello le olió a problemas, pues todo indicaba que era una persona difícil de orientar. Saltó sobre sus largas patas y corrió a esconderse, porque no quería guiar a aquella mujer por el Bosque.
Pero el Que Todo lo Ve lo buscó en una oscura cueva y le ordenó guiar por el Bosque a la Joven de la Bella Voz. El duende más forzado que de buenas, vino a buscarla y empezó a guiarla a la salida.
Pero la Joven de la Bella Voz tenía espíritu rebelde y no se dejaba guiar tan fácil. Se metía por otros caminos y hacía de las suyas, por lo que el duende vio confirmados sus temores.
La Joven de la Bella Voz no sabía por qué había llegado allí ni lo que quería de sí misma. Pero como toda mujer que vive y se alimenta de los sueños, llevaba muchas sombras que le hacían más difícil el camino. Además, insistía en avanzar sola (lo que complicaba más las cosas), razón por la que estaba en el Bosque de las Dificultades. El duende, viendo que avanzaba muy despacio, sentía que perdía su tiempo y no quería guiarla más por el Bosque.
Fue con el Que Todo lo Ve y le reclamó que le hubiera mandado un viajero tan difícil e impertinente y pidió que lo enviara de nuevo al Averno, pues ya no estaba interesado en conocer su Esencia ni quería guiar a más personas.
Pero el Que Todo lo Ve no estaba de humor para reclamos y lo regresó nuevamente al Bosque de las Dificultades y le ordenó guiar a la complicada joven.
Mucho renegó el duende de su suerte. Tenía que ponerle trampas a la Joven de la Bella Voz para que lograra avanzar. Le ponía tantas, que a veces lo único que lograba era que retrocediera, pero otras veces conseguía que recorriera más trecho.
El duende por fin, decidió ponerle una trampa final a la Joven de la Bella Voz. Era una trampa arriesgada, pero era un duende malicioso y estaba acostumbrado a convertir sus fechorías en buenas acciones.
Se acercó a la Joven y le pidió que no dejara de hablar, y se dedicó a escucharla durante días enteros para que se distrajera y así pudieran caminar más aprisa por el Bosque de las Dificultades.
Y la Joven de la Bella Voz hablaba y decía muchas cosas. Y hablaba de ella y de lo que pensaba y de su extraña pero fascinante manera de ver el mundo.
Y hablaba tanto que estaba muy cerca de llegar al final de su camino, para cruzar el Río de Fuego y continuar su trayectoria.
Pero hubo un problema con el duende. Ya se había acostumbrado a escucharla.
FIN
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