Intentaba a veces buscarte en un verso,
en una palabra,
en una radiografía que encontré caminando por afuera de Salvador.
¿Te acuerdas?
De esas caminatas eternas sin un sentido aparente,
y las ganas
de colgarse a un árbol forestal y parecer por un segundo niños.
Yo me acuerdo de tus ojos,
y de tus manos,
agarrándome urgente para atravesar la calle,
del paseo Huérfanos con Ahumada,
imaginando autos,
perseguidores implacables,
y de las micros,
y los relojes,
del grande de San Francisco y del pequeño de mi cuarto,
de la presión atmosférica,
de una señora con paraguas,
de unas palomas.
Y como te burlabas tú de las palomas,
deberían ser el ave nacional decías,
no he visto ningún cóndor pero sí miles de palomas,
alegrando ancianos, persiguiendo perros te decía,
amanecen contigo las palomas,
amanece todo contigo, continuaba,
es que te extraño extraña y extraño también tu olor a medianoche,
y tu olor a tarde,
y a columpios,
esos malditos columpios que tienen balanceando a tu sonrisa,
y a mis llaves.
Se llevaron contigo algún rastrojo mío,
no lo encuentro,
de verdad,
te buscaba entre líneas,
y si no te encontraba tiraba más y más líneas,
quizás tomaba un vaso de vino,
o conversaba con alguien,
pero en realidad siempre te estaba buscando,
es que estabas, en verdad estabas,
en los titulares del diario,
en los obituarios,
en las palabras,
en mi ducha,
nadando al fondo del café,
en la música.
¿Te comenté alguna vez que intenté buscarte en un verso?
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