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I
Eran las 4 de la mañana de un 28 de junio, día muy soleado de esos que te hacen sentir débil y sin ganas de hacer algo. Raymundo Pérez se despertó de sorpresa por una pesadilla. Soñaba que su cuerpo estaba cambiando y poco a poco se convertía en un insecto de tamaño exagerado color café oscuro con muchas patas hasta ese momento no funcionales.
La realidad era que sí, el cuerpo de Raymundo estaba cambiando, sólo que en una ostra. Un molusco enorme con dos caparazones que cuidaban su frágil interior. El hecho es que el cambio ya llevaba unos 9 años y Raymundo jamás lo había notado… el último paso para su transformación completa era ser físicamente una ostra y la aventura comenzaba hoy.
Se acomodó del otro lado de la cama y siguió durmiendo convencido de que aún le quedaban unas cuantas horas de sueño que podía aprovechar al máximo.
El reloj marcaba las 8 en punto. La hora perfecta para comenzar un día más de trabajo.
Al despertar Raymundo en la mañana, quiso estirarse como de costumbre y algo tronó como muy no de costumbre… sintió un jalón en (lo que él imagino) sería su brazo derecho. Volteó a ver si algo le había sucedido y soltó tremendo grito al observar que ya no tenía brazos, ni piernas, ni un cuerpo parecido al de un humano. Cerró los ojos con fuerza deseando que fuera una broma y después los abrió para notar el mismo resultado. Continuó con esta operación en repetidas ocasiones hasta que fueron suficientes para hacerlo aceptar que su cuerpo humano se había ido por tiempo indefinido.
Lo primero que se le vino a la mente luego de tranquilizarse por el gran impacto de verse convertido en ostra fue desear con toda el alma (no sabía si siendo ostra tendría un alma, aunque el afirmaba que sí) que nadie lo comiera o lo abriera para buscar la famosísima piedra preciosa en su interior.
-Qué ilusa es la gente- pensó. –Valla que creer que todas las ostras tienen perlas, ¿qué no saben que una perla es el resultado de un daño y sufrimiento terrible? Una perla es una cicatriz.
Mientras conversaba con él mismo imaginó si el estiramiento que tuvo y el jalón que sintió fue un daño suficiente para crear la perla, al final ser una perla hermosa le iba muy bien para la profesión que practicaba. Lo que Raymundo no sabía es que crack fue producto de la ligera abertura que ahora tenía entre una concha y la otra.
Raymundo Pérez era diseñador de imagen. Su trabajo era hacer que la gente se viera bien, tan bien que daban la apariencia de valer sólo por su imagen. Al principio esto le molestaba, cuando Raymundo empezó su empresa, sus objetivos iban hacia vincular el valor de la imagen con el valor de la esencia de los seres humanos. Su empresa tenía ya 9 años y su principal objetivo había cambiado y se dedicaba sólo a mejorar la imagen y apariencia de la gente dejando de lado sus pensamientos o sentimientos. El objetivo cambió no tanto porque Raymundo así lo decidiera, sino porque las exigencias del mundo actual así lo pedían.
-¡Qué profesión tan repugnante!-, pensó -ver a la gente y decirles su valor por su apariencia. Ciertamente ahora, mi valor sería muy bajo y en lugar de verme como un animal de mar, un molusco, me verían como una fuente de ingresos y temo que ni siquiera les importaría si estoy vivo o no.
Raymundo no había tenido un pensamiento tan profundo desde que estaba en el bachillerato, pues desde entonces se había preocupado en ver a los humanos como productos u objetos, con belleza sólo en el exterior. Comenzó a reír a carcajadas al darse cuenta de la paradoja en la que se encontraba; en su cabeza las palabras de su padre retumbaban sin cesar “cuando la vida te quiere mostrar algo que tú no quieres ver, hará todo lo posible por que te des cuenta”.
-Me dedico a “vaciar” humanos y vender sólo cascarones y ahora que soy una ostra mi exterior es lo menos importante; según recuerdo así es como debería sentirse un humano. Pero es que hoy en día nadie puede ser un humano, todos se preocupan mucho por la marca que usan, por seguir estereotipos de belleza o perfección, por tener más de algo que al mismo tiempo los hace ser menos reales; sólo en un mundo de ostras se podría apreciar la belleza del interior de uno mismo y de las otras ostras; si tienen o no perla eso es otra historia. Sólo siendo ostra podré ser un humano real.
Sin tener consideración del tiempo Raymundo comenzó a explorar que podía hacer con su nuevo cuerpo, imaginó que con su cuerpo humano, se estiraba como para alcanzar el techo de la habitación y entonces su concha se abrió. Fue doloroso al principio porque no recordaba el crack que había sufrido minutos (tal vez horas) antes, aún así logró abrirse y cerrarse a voluntad unas 3 ó 4 veces.
Muy concentrado en sus movimientos no notó que ya era tarde y pensó en usar la serie más completa de sus nuevos movimientos para dirigirse al trabajo (su oficina era la planta baja de su casa). Notó que lentamente podía caminar si balanceaba su viscoso cuerpo de un lado a otro desde el interior de su concha; desde luego le tomaría bastante tiempo llegar a la puerta de su habitación (era muy grande) y más aún llegar a la oficina pero se le notaba entusiasmado en el proceso. Una voz preguntando si todo andaba bien interrumpió sus planes; era su asistente, una chica joven y tímida. Raymundo la había contratado porque veía potencial en ella… después de 5 años de trabajar juntos aún tenía esperanza de que aquel potencial surgiera. Vivían en la misma casa al principio por la facilidad del trabajo y porque Raymundo tenía habitaciones disponibles y Mina no tenía un lugar dónde vivir (en aquel tiempo era nueva en la ciudad).
Su relación era lo bastante complicada para dar por sentado que nunca hablarían de ella. Cuando la soledad los atacaba y el ambiente era propicio solían dormir en la misma cama, o incluso tomar la ducha al mismo tiempo y en la misma habitación. Pero cuando alguno de los dos no llegaba a dormir jamás se preguntaban dónde o con quien habían pasado la noche.
-¿Está todo bien Ray?- Raymundo solía siempre levantarse de primero y por eso era inusual que siendo ya las diez menos veinte siguiera en su habitación. –Es hora de abrir la oficina y el señor Rodríguez llega a las 10. Mina esperó por más de 2 minutos la corta respuesta de Ray –Todo bien Mina, en unos minutos estaré listo.
Sus palabras sonaban arrastradas y como debajo del agua. Raymundo no recordaba nunca haber escuchado una voz bajo el agua pero estaba seguro de que sonaría como la suya en este momento. Si Mina preguntaba fingiría sencillamente que se lavaba los dientes.
Pasaron más de quince minutos y Raymundo seguía en su habitación, Mina se dedicaba a orientar al señor Rodríguez en la nueva combinación de sus corbatas tratando de ocultar las ansias que le producía no tener a Raymundo a su lado (o no saber qué había sucedido con él).

II
Aunque Raymundo no tenía que mantener a nadie, era muy quisquilloso en asuntos financieros y en lugar de disfrutar de su activa economía prefería guardar su dinero para lo que él llamaba el Raymundo viejo. Se sentía muy feliz de ser una persona ahorradora ya que en emergencias como estas no tenía que acudir a sus padres aunque, pensándolo bien, sí temía tomar el dinero de los ahorros ya que cierta cantidad era dedicada a Mina, y su inconcluso futuro y tal vez, para un departamento en caso de que Raymundo decidiera asentar cabeza con alguna chica desconocida. En el fondo Raymundo sólo pensaba en que estar viviendo con Mina le hacía sentir extremadamente cómodo y no imaginaba algo diferente.
Era un tema delicado hablar con sus padres, desde hace más de 10 años (ya no recuerda la fecha) que Raymundo vive solo, visita a su familia en fiestas típicas y de obligación. Siempre tuvo poca cercanía con su padre Don Raymundo, hombre bien posicionado en la ciudad, su deseo era que su hijo manejase el negocio familiar: una panadería; sin embargo el pequeño Raymundo abrió sus horizontes lo que provocó que el pequeño hilo que unía a su padre con el futuro de Raymundo desapareciera por completo.
Se preguntaba qué diría su padre al verlo en esta situación –Si te hubieses dedicado a la panadería nada de esto te habría sucedido.
Y en efecto, las palabras de su padre resonaban en la cabeza de Raymundo. Puso un poco más de esfuerzo en tratar de entenderlas, pues de cualquier manera ya había perdido la primera cita del trabajo. Trató de buscar una conexión entre su nueva condición de ostra y su profesión de diseñador de imagen… tal vez su padre tenía razón, siendo panadero jamás habría ocurrido dicha transformación… tal vez ser ostra ahora le mostraría que el verdadero significado de ser un humano es enfocarse en la belleza interior antes que la exterior… tal vez para entender el valor real de un humano habría que ser ostra.
-Raymundo creo que el señor Rodríguez quiere verte ¿por qué tardas tanto? Me estás asustando… ¿qué es ese ruido?- Raymundo avanzaba lenta y ruidosamente hacia la tina, necesitaba un poco de agua ya que su viscoso cuerpo se estaba secando. – ¡En unos minutos voy!
Su respuesta asustó aun más a Mina pues su voz sonaba como si Raymundo tuviera la lengua del tamaño de un limón y decidió subir y de una buena vez abrir la puerta. El señor Rodríguez, un hombre falto de creatividad para vestirse, subió tras Mina por la curiosidad.
-Raymundo, voy a entrar a tu habitación, espero que ya estés listo… (Un tanto sorprendida) el señor Rodríguez viene conmigo.
Raymundo en lugar de alarmarse pensó en que a pesar de ser ostra podía hablar y caminar aunque ambas cosas cada vez con más dificultades (sus palabras se llenaban más de agua. Sus conchas se separaban lentamente) y que no habría ningún problema en asesorar al señor Rodríguez si éste no se exaltaba de charlar con una ostra. Trato de dirigirse hacia la puerta (voltear ya que caminar sería casi imposible en el corto tiempo) y poner una rostro amable, si es que alguien podía realmente observar su rostro.
Mina abrió la puerta, su primera reacción fue enojarse de no ver a Raymundo listo, imaginó que estaría en el baño a pesar de que su voz sonaba en la habitación, el señor Rodríguez se encontraba cada vez más curioso. Raymundo dio un respiro y se anunció. -¿En qué puedo servirles?
Mina dio un grito (indefinido entre asco y miedo) y el señor Rodríguez pensó en patear a la concha parlante o huir en el acto. Con la corbata a medio amarrar el señor Rodríguez echó a correr y sólo quedó el sonido de sus pisadas; Mina por otro lado, respiró profundo, sacó unos guantes de la gaveta del baño y tomó a Raymundo, sin decir una sola palabra lo colocó en la tina y dejando la puerta del baño abierta salió de la habitación y la cerró.
Raymundo sorprendido agradeció en su mente la amabilidad de Mina y se dedicó a flotar.
Mina corrió a lavarse las manos con agua caliente y abundante jabón para tratar de disimular el olor a mar que Raymundo expedía y casi de manera automática encendió el ordenador.
Recordó que Raymundo estaba herido y buscó toda la información de las ostras en internet; leyó lo suficiente y con todo su valor reunido (aguantando las ganas de vomitar) fue a ver a Raymundo. Puso sal y algunas plantas que encontró en la casa en la bañera de la ostra (se negaba a creer que fuera Raymundo), revolvió el agua y se quedó un rato observando si Raymundo se movía, éste no sabía qué hacer así que prefirió quedarse quieto.
El timbre sonó. Era la siguiente cita del día. Raymundo se emocionó al creer que Mina sentía menos repulsión y q tal vez lo llevaría abajo a ver su trabajo, Mina sólo se limitó a ver que todo estuviera en orden, cerró la habitación y con mucha seguridad bajó a abrir la puerta.
La señora Sánchez venía a pulir los últimos detalles de cómo debía comportarse en la gala que tenía esta noche, Mina la asesoró de manera perfecta y Raymundo orgulloso de su asistente intentó descansar; aún tenía esperanzas de regresar a su forma humana pero la vida jamás volvería a ser igual, si por casualidad todo era un sueño (estaba seguro que no) cambiaría de ser diseñador de imagen a ser escritor. Mina sigilosamente y tratando de que Raymundo no escuchara (no sabía si seguía contando con esa habilidad) ofreció un nuevo producto a la señora Sánchez que asintió complacida al saber de lo que se trataba, Mina le estaba ofreciendo una perla en un collar.
Mientras tanto Raymundo discutía consigo mismo si prefería ser humano u ostra. Después de este cambio ser humano no resultaba tan llamativo, siendo ostra formaba parte de otra especie y siendo así, podía observar que la sociedad humana es banal. Que ya nadie se preocupa por la esencia, por el alma, por el interior… se ven como productos y utilidades, incluso Mina, que ahora quería negociar “el interior” de su antiguo jefe.
Después de que la señora Sánchez y Mina cerraron el trato, la autonombrada nueva dueña del negocio subió a ver si su nueva inversión estaba bien, sacó a Raymundo de la tina (el estaba encerrado) y comenzó a agitarlo constantemente por más de treinta minutos. Raymundo sintió el peor mareo de su vida, aún peor que la navidad de hacía tres años en las islas del Caribe… sintió un dolor intenso en su fracturada concha, si pudiera traducirlo a un sentimiento humano sería algo entre decepción, tristeza y soledad. Se sentía traicionado por Mina, vendido por su joven y tímida asistente, por su propia creación.
Sintió asco al pensar en volver a ser humano, en lo monstruosos que son entre ellos, en la falsedad de sus relaciones y en su poco conocimiento interno… agradeció ser ostra y se dejó llevar por el libre movimiento de Mina. Pronto imaginó que pasaba por un remolino sin salida… perdió la poca consciencia que aún tenía por más de 2 días; su próximo recuerdo fue una cena de apariencia importante con gente de “alta categoría”… su último deseo fue estar muerto.




Datos curiosos
1. “Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas”... Las perlas son producto del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. Las perlas son heridas curadas.
2. En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada Nácar. Cuando penetra en la ostra un grano de arena las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas, capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra.
3. Como resultado, se va formando una hermosa perla. Una ostra que no fue herida de algún modo no puede producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada.
4. Las ostras tardan de 8 a 10 años en crear una perla y existen distintos tipos gracias a que cada ostra es única.

Texto agregado el 09-04-2011, y leído por 324 visitantes. (0 votos)


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