DE AQUÍ Y DE ALLA


Cuando llegan esos momentos uno cree que está preparado para enfrentarlos pero debo admitir: jamás se está listo. No es tan sencillo como aprender una pirueta o gracia y repetirla. En estos tiempos inesperados hay que improvisar y no es sencillo. Escasean las cosas útiles, las inútiles también, hoy sólo queda el poste de luz para rascarse.

Un can amigo, que viene de otros pagos (países del sur, digámoslo con todas las letras) suele ladrarme que en esos lugares vivir períodos malos es lo habitual. Tan así es que al llegar momentos buenos la gente se inquieta y busca un motivo para poner todo en riesgo.

Acá es tan difícil la situación que ya no se encuentran huesos en la basura, ni siquiera se los podemos pelear a las ratas. Mi compadre canino suele gruñir:

-De estas siempre se sale – se ríe como reímos los de nuestra clase, ladra de costado con ese tono tan especial que tiene – Eso si, no todos salen, algunos no llegan a superar “la coyuntura”. ¿Se asustan de esto? Ja. ¿Sabés cuántas veces lo pasé? Sucede que ustedes estaban acostumbrados al miedo grande, ese que habla de la caída de la bomba, del daño ambiental. En cambio allá hay un miedo chiquito, que está todos los días. Durante unos años fue el terror de que alguien entre a tu casa y te haga desaparecer. Luego fue la de perder el trabajo y quedarte sin nada. Este miedo chiquito, ahora para ustedes ocupa el lugar del grande y asusta. Auuuuuuu – aúlla burlonamente – Asusta. Pero atento, no hay mal que dure cien años ni hueso de plástico que soporte tanto – carcajea.

Me gustaría tener su optimismo pero me duelen las tripas y nunca antes me había sentido así. ¡Ni hamburguesas de caucho hay! Cuando tenía dueño y él terminaba de leer el diario, a escondidas me ponía a ojearlo. Generalmente los humanos creen que nosotros servimos para ladrar y espantar visitas no deseadas. Ayer encontré un periódico envolviendo unas tazas rotas, leí que están pensando en poner un impuesto a sol.

-Habrá que empezar a aprovechar la sombra - ladra mi can amigo, mueve la cola y se va.

Desearía tener su humor para estas épocas. Mejor me rasco las pulgas y pongo cara triste, tal vez tenga un poco de suerte, alguien se apiade y tire un hueso. Ahí vuelve mi amigo, moviendo el rabo, debe haberme leído el pensamiento, porque pasa y me ladra.

-¿Un hueso? Mejor que sean dos.

Marfunebrero.