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De ninguna manera. Y, por favor, evite los comentarios irónicos, sé muy bien qué piensan de nosotros los de su clase –los verdaderos, digo-. ¡Si lo sabré! A cuántos he debido conocer. Pero volvamos al tema y permítame decirle que nunca más separados nuestros conceptos sobre esta situación. Qué quiere que le explique, por favor, se cae de maduro, mejor dicho, se cae de podrido. Y en que se haya podrido todos tenemos la culpa. Un poco, al menos; todos, dije, sin excepción, cada uno dejó pasar una fruta que podría haber sido deliciosa. ¿Que por qué? Por ambición, ni menos. Lo que está sucediendo se reduce a la ambición, esa es su génesis y exégesis –Sí, he aprendido palabras que antes carecían de significado. Muchas.- Cuán simple ¿verdad? Pero es la opinión de un inculto, un ser primario, de esos que sólo actúan por instinto.
Esto sucede, para mí, desde el cuento más grande, el de la famosa manzana. No, ese no, anterior, el primero. Sí, ajá, en algo coincidimos, qué suerte. No puede negarme que los personajes de ese cuento por ambiciosos desaprovecharon el paraíso. También por estúpidos, tiene razón, quién le dice que a veces esas palabras no signifiquen lo mismo. Vea usted, por ejemplo, mi pequeño aporte a esta vergüenza universal. Yo, por ambición –pues no las necesitaba, vivía bien sin ellas- robé un par de botas. Allí comenzó la historia, corrompí mi alma, alejé los escrúpulos y me convertí en mitómano. Claro, para ese entonces pensé que obraba bien, para mí y otros tantos. Recuerde, recuerde… No le conviene, por supuesto. Cómo cambian las cosas, la crisis no es asunto de otros, mi Señor ¿ya no le vienen a la memoria los campesinos que tanto lo conmovieron? No, qué bah.
Si hubiésemos cuidado de la fruta ahora podríamos comer tranquilos y habría para todos. Pero no, teniendo una quisimos dos, tres, la planta, la plantación, los campos de nuestros vecinos, los que están más allá todavía. Nada importó. Y creímos que estaba bien, cada uno desde su posición.
Pero el poder no puede volver el tiempo, lo único que podemos hacer es no errar sobre lo mismo.
Mentí por usted suponiendo que hacía lo correcto –ahora veo que lo hice por egoísmo-. Lo nombré marqués y arengué a la aldea para que creyera en sus buenas intenciones. Que las tuvo, sí, al principio. De verdad eran buenas. Pero usted también enfermó de poder, mi Señor, y dejó podrir la parte de la fruta que le correspondía. ¿Que no entiende? No me asombra. Uno, quizá con el tiempo, se vuelve cada vez más lelo.
Siga viviendo en el engaño, con su nobleza de papel, no soy quien para juzgarlo, igual de responsable soy; un día lloverá fruta podrida y no tendrá dónde guarecerse. Convénzase, mi Señor, su reino jamás será un orgullo mientras otros mueran de hambre, extiéndalo a todo ese espacio del que me habla, este es el resumen de la crisis para mí, un simple gato viejo cuyo mundo es sólo Carabás y, habiéndolo escuchado con atención, no dista mucho del resto de los mundos.


La Aguja

Texto agregado el 08-04-2011, y leído por 236 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
11-04-2011 Tu personaje resultó ser adepto a la filosofía de aliviar su culpa repartiéndola con el otro. Muy bien escrito, excelente elección. nefftali
09-04-2011 Hay que leerte entre líneas Agu, gran contenido detrás del lindo gatito!!***** nanajua
09-04-2011 Vaya, no hay mucho lugar a la esperanza después de leer como acaba realmente la historia del gato con botas. Profunfo análisis de la iniquidad del ser humano: el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. walas
08-04-2011 Al final, el gato con botas era un bicho jodido. abulorio
08-04-2011 Me encantó la elección del personaje, un texto crudo, realista, muy bueno agu. shosha
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