Quien profetiza verdades
Restituye el alma de la tiza,
Esa que por las aulas dibujó porvenires
De un cuanto y de unos cuantos
Que desprevenidos en su afán polvoriento,
Remaron laberintos blancos
Al seno de su propia sabiduría.

Pero se perdió la aventura de la vida misma,
en unos cuantos juegos de video
Sin pichangas domingueras
Resueltos en su encierro ermitaño.

La tiza se deshizo luego
en las aguas de la rabia, quiste del silencio
y pronto apareció el plumón
sobre cierta pizarra brillosa
de sabor poco tenue y revestimiento plástico.

Como hoy se cumple la jornada en una escuela cualquiera,
aspirando a una pizarra electrónica
Que pronto comenzará a dictar cátedra
en ciencias sociales, literatura, moda y futuro...

Espero sentada sobre las vías de este tren
Un recuerdo de otro día placentero
Cuando lo simple era el verdadero amigo de lo bueno
Y verse las caras conversando era plan de cada día.

Hoy las gentes tenemos miedo.
Miedo de nosotros mismos.

Cómo nos recorre la espalda la espina desdentada de la cotidianeidad.
Y nos meamos del pur(t)o espanto.



(¿Le aflige al sueño la programación permanente?)