Tal vez hicimos muchas cosas y se nos quedó corta la vida para entendernos. Hoy marchamos con nuestros trastos hacia el exilio, desterrados por estos años de espera y de expectativa. Se nos olvidó el vivir y la biología; las primeras palabras, los colores primarios y el aroma del campo al atardecer. Toda una vida construyendo universos de papel y daguerrotipos; entregados a la ficción y a lo ficticio; negándonos al placer sublime de lo simple, rebuscados hasta lo recóndito. Y henos aquí, trashumando por estos caminos de nostalgia, abrumados por los recuerdos, serviles e inamovibles como catedrales.
Hemos divagado hasta el exceso, he intentado el golpe certero para llevarnos el premio mayor pero solo atinamos a la comodidad de nuestras letrinas. Pulverizados hasta los huesos hemos buscado la verdad por todos los paisajes posibles y solo encontramos conjeturas y otros bosques. Estamos solos, extremadamente solos después de la resaca, a punto del naufragio y del cataclismo y sin embargo nuestros hogares están superpoblados, el barrio hacinado. La ciudad palpita con la multitud. Estamos inmersos en este estallido demográfico pero no somos supernumerarios, sobrevivimos a la estadística y al código de barras. Estamos aquí solos a pesar de los que nos anteceden y los de la fila. Tenemos el universo en nuestras cabezas, la gravedad en nuestros pies; también tenemos varios amigos incorporados a nuestro dossier, son parte nuestra porque habitan nuestros mundos y comparten nuestro pan. La soledad es el máximo ritual que se puede celebrar con los amigos.
Nos hemos perdido del horizonte y de los atardeceres montanos, del salitre de una tierra que nos reclama; también hemos perdido un poco de piel y la cordura que nos enseñaron en la escuela; pero la vida se aferra a nuestros huesos y nos impide desertar. Hoy que nos quitamos la mordaza para mirarnos al espejo, redescubrimos el punto de partida: nos volvimos viejos de tanto repetirnos, pero recuperamos la autenticidad de un buen tinto al final de la jornada.
Tal vez hicimos demasiadas cosas y se nos acabó el deseo, las ganas de explorar otros territorios...pero aún nos alineamos para la próxima conquista. Somos inveterados, lo negro y lo blanco en un infinito de colores. Hemos recogido con decoro nuestros hedores pues son los que marcan territorio. Estamos a punto de no ser nada, de convertirnos en efluvio embotellado pero nuestra esencia también es a prueba de alquimistas.
Somos imperceptibles.Y a pesar del trajín y de todos los edictos de la república, hoy marchamos con nuestros trastos al exilio pero no capitulamos.