UNA PROPUESTA INDECENTE
Braulio Rubio siempre había llamado mi atención. Tal vez, era su figura regordeta y morena la que me producía curiosidad. No lo sé, quizás era su forma de ser y de comportarse: No paraba de hablar y gesticular, siempre en un tono solemne, pero agresivo. Sí, esta mezcla, sumado a su fanatismo ideológico, seguramente era lo que me resultaba pintoresco. Ya en otra ocasión había estado discutiendo al candidato Andrés Rojas , en un incidente que duró al menos 2 horas. Ahora el asunto había sido de menor importancia: el café que había encargado estaba helado y eso le produjo un profundo disgusto. Tan pronto como se fue la secretaria de su oficina, llena de papeles, por estar en campaña (apoyaba al diputado Falabella) pude plantearle mi propuesta : Crear un equipo de tenis que represente los intereses del partido y servir, además, de plataforma social de sus integrantes. Por supuesto que cada uno de nosotros, los dirigentes del partido, tanto jóvenes como adultos, teníamos la opción de integrarlo. A Braulio esta idea no le cayó muy bien, pues detestaba el tenis y prefería el squash. “Para estar más a tono con Santiago”, me dijo. Yo había conversado esta necesidad estratégica con el diputado, a quién le interesó bastante, pero por no ser oriundo de esta ciudad sus opiniones siempre eran cuestionadas por el consejo regional. ”El tenis está pasado de moda y el concepto es fome”, me decía Braulio. Frente a tan profundas y estudiadas razones de su parte, sólo me quedó un recurso para salvar mi idea: “Decidámoslo en los flippers” fue mi propuesta. Braulio aceptó. Recordaba haberme topado con él alguna vez en los Delta de calle Barros, jugando al Tehkan 85 de fútbol, mi máquina preferida y en la que ostentaba un récord del que Braulio no sabía.
Acordamos encontrarnos en los Alfa 37, donde estaban las mejores máquinas, el sábado a las 5 de la tarde. Conocía al encargado, por lo que el aparato estaría reservado. Sería un partido de 25 minutos por lado. Ví a Braulio llegar con su tradicional terno azul y corbata roja. Yo como siempre ,de buzo. Nos dimos la mano y juntamos el dinero para las fichas. Todo estaba dispuesto.
Yo inicié, me tocaron los rojos. Sabía que debía ganar, pues llevaba toda la semana practicando. De hecho los primeros 25 minutos fueron un paseo, que concluyeron con un categórico 15 a 0 a mi favor. Pero Braulio no se inmutó, ni siquiera por las bromas que le hacía la gente que se había juntado alrededor. Conservaba su aspecto de fanático de ultraderecha. Comenzó el segundo tiempo, en un descuido de su parte marqué el 16 a 0. Otro descuido, chute electrónico en diagonal y mis futbollers virtuales celebraban un nuevo tanto. Parte Braulio, su tiro pega en el palo, contragolpeo y marco el 18 a 0, hasta los “pelusas” le dicen a Braulio que los deje jugar, que cómo puede ser tan malo. Esto hasta los 12 minutos con 17 segundos, porque tras eso Braulio hace una jugada con sus “hombres” que me deja atónito. Pasa por toda la cancha, entrega al que viene por la izquierda, engancha y saca un derechazo que se clava en el ángulo izquierdo de mi arquero que hace rato no controlo por el estupor que me provoca ver a Braulio entero colorado a punto de reventar dentro de su traje. Es 1 a 18. Vi que mis “estratégicos” deseos del equipo de tenis peligraban completamente, porque sabía que ese gol significaba el comienzo de mi derrota. De ahí en adelante Braulio fue el Pelé del flipper. No, tal vez Pelé y Maradona juntos. Imparable. Si hasta el dueño del Flipper se puso a comentar que jamás alguien había jugado así: Chilenas, cabezazos, palomitas y rabonas. Si hasta llamó a una radio para que verificara el suceso. En menos de 12 minutos Braulio no sólo empató el partido, si no que quedó 19-18 sobre mí. Faltaban sólo 6 segundos para el final, y tenía que partir del centro. Alentado por más de 200 personas que repletaban el local y sus alrededores, respiré hondo y me fui con todo a adelante a buscar el empate, y no desperdicié mi oportunidad. Cuando al reloj del juego le quedaba un segundo, el marcador decía 19 a 19. Había logrado empatar con una jugada que habría no preferido hacer.: Mi zapatazo en diagonal se clavó de lleno en el arco de Braulio, pero también en su corazón. Al grito de ¡Gol!. Braulio cayó desplomado detrás del juego, pero no pude socorrerlo, porque la multitud nos levantó en andas y nos sacó del local. Más tarde supe que había muerto, pero no de un infarto al corazón como diría el diario, sino porque en el instante de mi gol recibió una descarga eléctrica procedente del video-juego, cuyo enchufe colgó a pocos centímetros de la cabeza de Braulio todo el partido y se encontraba en mal estado. Total me dije a mi mismo, para que quiero ahora jugar tenis si ya tengo el cargo de Braulio.
Nota: Al otro día del partido se encontró del lado que jugó Braulio un dispositivo extra, ajeno al video-juego.
Yo fui procesado por cuasi-delito de homicidio, pero nunca se comprobó nada.
Rodrigo Díaz
|