Acostumbras madrugar
para buscarme el contento
y sueltas coplas al viento
de un alegre despertar,
para así poder borrar
de mi pecho el desaliento.
Tú bien sabes que presiento
tus arranques de aguacero
cuando me dices “te quiero”
entre lamento y lamento.
Se acabó tu cien por ciento,
amorcito cizañero.
Llévate tus albas de oro,
llévate los asideros
que intentaron ser tranqueros
sin medidas ni decoro.
Fueron inciertos tesoros
de mis tiempos plañideros.
Aquí te dejo ese canto
del turpial de mis jardines
sobre los blancos jazmines,
el perfume del mastranto
y un beso de “mientras tanto”
que te arrulle los confines.
Ojalá que tus delfines
no se ahoguen con el llanto.
Texto agregado el 01-04-2011, y leído por 307
visitantes. (19 votos)
Lectores Opinan
11-04-2011
Las palabras de amor deben salir a la luz desde el corazón, si no es así... mejor el silencio. EVERO
10-04-2011
Qué maravilla. Te leía y parecía estar escuchando una canción.
Un beso. coctel
07-04-2011
Al que tiene ese don, sólo se le aplaude... euripides