EL MUELLE DEL LAGO



Sentado en un asiento del camino peatonal que bordea el lago, estaba observando como el viento levantaba pequeñas olas sobre la superficie del agua que llegaban hasta la orilla una y otra vez, bañando la arena y las piedrecillas de la pequeña playa que allí existía. El día era soleado, pero no hacía tanto calor como en los días anteriores. A unos cincuenta metros, estaba el muelle desde donde salían lanchas para recorrer el lago y donde también muchos jóvenes y niños competían a los piqueros, ya que la altura que tenía de unos tres metros lo hacía ideal para ello. Desde donde yo me encontraba, se escuchaban con claridad las risas y los gritos de alegría de ese grupo que se notaba lo estaban pasando fenomenal. Yo había llevado un libro para leer, pues el lugar era ideal además de admirar el paisaje. Estaba en eso, cuando de pronto se acercó una señora mayor, que me hizo saber de su gran preocupación por los niños y jóvenes que se bañaban aprovechando ese embarcadero.

-Usted no sabe el peligro a que están expuestos - dijo. En cualquier momento uno de ellos se va a golpear en las rocas del fondo y tendremos una desgracia.

Mientras me hablaba, la observaba, era de baja estatura; pelo corto entre cano y negro; su rostro algo pálido ya mostraba las arrugas que me indicaban que tendría más de sesenta años; lucía un vestido floreado con un chaleco color celeste y flores amarillas. Finalmente decidió sentarse a mi lado, mirándome, para ver si yo le decía algo. Para mis adentros pensé que se me había acabado la tranquilidad y la posibilidad de leer. Sin embargo, lo medité mejor y decidí tranquilizarla, diciéndole que yo venía muy seguido a este mismo lugar y siempre vi como los chicos disfrutaban zambulléndose en el agua desde el muelle, y nunca había visto un accidente.

-Usted no, pero yo sí he visto a niños accidentados en las rocas bajo el embarcadero, pues siempre estoy ubicada en los asientos que están justamente sobre el lugar. Hoy no he querido ir allá, pues me asusta ver cada vez a más niños y son muy arriesgados -.

De pronto, mientras la dama hablaba, escuchamos fuertes gritos de auxilio que provenían desde donde se bañaban los jóvenes. Nos levantamos del asiento, nos acercamos a la baranda de la costanera para ver mejor y observamos como corría mucha gente que estaba cercana, hacia el lugar donde se oían los gritos de auxilio. Un adulto joven que llegó, se sacó rápidamente la polera, los zapatos y se lanzó al agua. Todos hablaban y gritaban, pero nosotros todavía no sabíamos lo que había sucedido. Yo miraba fijamente hacia el lugar para ver si aparecía el joven que se había lanzado al agua, no sabía en busca de qué. Al rato apareció su cabeza sobre el agua y también el cuerpo de un niño que rápidamente llevó hasta la escala del muelle, donde varias personas le ayudaron para recibirlo, y a la distancia me parecía sin movimiento. Observé que raudamente lo llevaron hacia arriba y entre varias personas lo trasladaron hacia una camioneta estacionada a la entrada del lugar. Lo subieron y velozmente inició su marcha con toda seguridad hacia la posta. En ese momento dejé de observar hacia el lugar del accidente y quise comentar con la dama el suceso, pero para mi gran sorpresa ella ya no estaba, y no me había dado cuenta que se había ido sin saber hacia donde.

Alfildama (Guillermo Gaete Castro) ©

28 03 2011.