De latigazos en su espalda descubierta le daban, él no decía nada solo le quedaba resistir, de su boca solo salían unos pequeños quejidos, sabía que esos latigazos eran parte del castigo que tenía que pagar por sus pecados.
Ya era demasiado, sabía que no podría resistir por más tiempo, de un momento a otro comienza a sonreír sin saber por qué, su risa se llego a convertir en una gran carcajada aguda, ellos siguen azotando cada vez más duro y diciéndole improperios. Pensando que él se burlaba de ellos. De pronto se escucha una musiquita acompañada de un tierno lamento, era una linda niña acompañada por su muñequita y una pequeña cajita musical de donde provenía la música, la niña estaba cubierta de sangre, cuando los hombres se percataron de su presencia ella se dirige hacia el hombre que estaba siendo azotado y le dice “este es tu castigo por haberme matado, te traje mi pequeña cajita musical que es la misma que usaste cuando decidiste matarme, para no escuchar mis gritos, pero sé que los escuchaste y por un momento quisiste dejarme ir, pero tu instinto animal fue más fuerte, yo te quise, te quise mucho, pensé que tú también me querías, pero no fue así” el hombre solo la miraba, la niña después de decir eso desapareció, el hombre vuelve a reírse a carcajadas, ya estaba loco, sin que nadie lo tocase comenzó a quemarse poco a poco, convirtiéndose en cenizas, sus cenizas volaron por los aires y desaparecieron al igual que su recuerdo.
|