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Eran las doce, el lugar, un enorme caserón que sobrevive al paso de los años, estaba oscuro. Se escuchaba en la noche los susurros del viento en las ventanas, irrespetuoso queriendo entrar y el quejido de la madera de la vieja escalera que llevaba a la planta alta.
Ella no podía dormir, inquieta se revuelve en la vasta cama matrimonial, mil veces había pensado en modernizarse y en cambiarla, ya no necesita tanto espacio, solo servía para recordar cuán grande era su soledad.
Ya estaba arrepentida de no tomarse ese valium que siempre tenía a mano en el botiquín, siempre es bueno estar preparado para esas noches interminables de insomnio.
De repente un ruido ajeno a los quejidos habituales de la casa se deja escuchar, filtrándose agudo por sobre los demás llegaba a sus oídos molestando.
Una ventana, una puerta tal vez abriéndose sigilosamente. Y con un golpe cerrándose. Su imaginación era muy grande , ya estaba convencida de ello.
Debería haberse tomado ese valium ,-Maldita sea!-, todas las noches se tomaba uno, era mejor no pensar, pero esa noche quería probarse así misma que podía ser valiente nuevamente, después de todo lo que había pasado; del dolor, del sufrimiento, de la soledad, de los desprecios sufridos tenia que poder dormir sola, sin ayuda de y ahora cuando creía que todo lo peor había pasado, ahora que estaba mucho mejor consigo misma, ¡ahora alucinaba con ruidos!.
No empezaría a enloquecerse ahora, si había soportado todo lo que pasó hasta ahora, era una sola noche al principio, después vería, se mantendría firme, en su posición: nada de píldoras, solo tenia que dejar de escuchar esos ruidos, sacarlos de su mente, pues estaba convencidísima que estaban en su cabeza....
Pero los seguía escuchando..
Otro más, y otro cada vez más fuerte, más cerca.
Es un hombre y esta subiendo, casi puede ver los zapatos pisando el escalón flojo de la vieja escalera, viene por ella.
Se maldijo por fantasear tanto, el valium volvía a su mente, persistente, tal vez la ayudaría a dejar de alucinar con esos ruidos, trataba de auto convencerse por más ruidos imaginarios que oyera no tomaría nada. Tenía que dejar de depender, tenía que empezar a vivir nuevamente.
Ya estaba levantándose, no soportaba más el no poder dormir y además esos ruidos que no cesaban, insistentes, molestos, persistentes.
Sólo por esa noche se dijo, una sola para dejar de escuchar esos ruidos, mañana sería otro día.
Y ahora otro más, mucho más cerca que antes, en la puerta de la habitación. La intriga se hacía insoportable.
-Basta!-, se dijo así misma como para darse valor, no podía alucinar de esta forma, no podía ser que fuese tan grande su dependencia a esas malditas píldoras.
No importa ya nada de lo que se diga o lo que piense iría en busca de una, ya no importaba nada, lo único importante esa dejar de escuchar esos ruidos.
¿Sería su imaginación? O, tal vez sí hay alguien detrás de la gran puerta de madera, era solo una posibilidad....
Cuando se dio cuenta de que no era su imaginación ya era muy tarde.
El filo del acero no la dejó pensar.


(C)

Texto agregado el 14-07-2004, y leído por 293 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
07-03-2006 A medida que se avanza en la lectura, se puede ir adivinando la posibilidad de que no sea sólo una alucinación, pero el final brutal sorprende ! loretopaz
11-03-2005 Muy bueno! peinpot
06-08-2004 si señora, muy buen relato Malice
20-07-2004 El no tomar la pastilla pudo salvarle la vida.Casi se puede decir que se mató ella misma por no creese. Bien escrito. Un saludo. SOL-O-LUNA
15-07-2004 Es increíble lo que puede producir el cansancio y la desesperación, hasta no dejarte percibir la realidad de la imaginación. Buen cuento, bien escrito. musquy
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