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La curandera.

Doña Amelia hizo de todo en el pueblo, fue partera, curó males de amor, consejera matrimonial, cortaba el empacho, la ojeadora, la pata de cabra y cuantas dolencias afectarán a los habitantes del pueblo.
Una tarde, de verano llegó un sulky por el camino del sur a trote cortito. El primero en verlo don Sebastián Carreda, dueño del boliche de ramos generales, hombre bastante desconfiado, pero viendo la posibilidad de un futuro cliente hizo una seña con la mano a modo de saludo.
La voz se corrió a trote veloz, cuando el visitante llegó a la comisaría ya había allí varios curiosos. Él se apeó y de un tranco largo ingreso a la comisaría. Los curiosos quedaron afuera en ascuas, haciendo los más diversos comentarios.
-Debe ser un oficial que nos mandan de la capital.
-No diga huevadas hombre, este viene por lo de los campos de Murs.
Siguió la discusión, hasta que se apersono el comisario y les presento al nuevo doctor. Quedaron boquiabiertos, un doctor y para que lo querrían, con la vieja curandera les bastaba.
Pasaban los días y el médico no recibía ni un solo paciente, su curiosidad era mayúscula. Decidió consultarle al bolichero,
-Dígame don Sebastián, aquí la gente no se enferma nunca.
El hombre, le dio una explicación de lo más absurda.
-Mire dotor, aquí la gente come bien, duerme bien y trabaja mucho. Con eso conservamos una buena salud.
Investigando el médico averiguo lo de la curandera, cayó en cuenta de la ausencia de los pacientes.
Comenzó una campaña para llenar de desprestigio a la vieja, hablando pestes de los curanderos, explicaba lo absurdo de usar yuyos para curarse cuando la medicina estaba tan avanzada.
De a poco comenzó a llenarse el consultorio. Nadie llegaba a la casa de la vieja, le dolía ver que se habían olvidado de ella...
Una madre desesperada llegó con su hijo recién nacido a lo de la vieja. La mujer lloraba a moco tendido, suplicaba que le curara al niño.
-Pero mija, ¿no lo atiende el dotor?
-No ña Amelia el me dijo que no hay nada para hacer, que se muere.
- Vamos a ver, pónelo sobre la cama.
La madre seguía llorando en silencio, la vieja le masajeaba la panza a modo de friegas con un ungüento...
-Este listo, tenía las tripas pegadas, pero ya esta, ahora dale friegas con estos yuyos y mucha agua, mañana ni te vas a acordar que paso esto.
El médico se entero de lo sucedido, fue a ver a la vieja curandera para pedirle las correspondientes disculpas y le ofreció que trabajaran juntos.Ella le respondio sencillamente.
-Mire mijo, los años no pasan en vano. Para hacer mi trabajo siempre antepuse mi corazón, tal vez me equivoque algunas veces, aunque fueron más los aciertos. Esta gente confía en mi porque yo les enseñe a confiar en si mismos. Claro que va a ser un gusto estar a su lado y seguir ayudando.
La mujer extendió su mano sellando el pacto.

Texto agregado el 27-03-2011, y leído por 719 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-03-2011 Muy bueno!! sabia la vieja.., digna de imitar! mis*************** nanajua
27-03-2011 Felicitaciones !!!!! nos dejarás a todos sin premios jjajaja , besos , lo haces muy bien de ahí que votan tus textos =D mis cariños dulce-quimera
27-03-2011 UNa historia linda y muy bien narrada. Me gustó mucho el personaje de la curandera. Felicidades, senoraosa
27-03-2011 Lo leì, me encantò y ahora ganooooooooooooooò shoshi, Besis querida amiga, Ma.Rosa. almalen2005
 
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