Nunca cumpliré doscientos años,
ni amaré a cien hombres,
ni naceré en otro año
que no sea el mil novecientos setenta y siete.
Nunca visitaré Rusia, ni Kenia, ni la Patagonia
al mismo tiempo;
no andaré descalza por la luna,
ni bailaré un charlestón en los felices años veinte.
Nunca asistiré a mi entierro.
Tampoco besaré a Paul Newman.
Nunca compondré una sonata
a los cinco años, ni,
en toda una vida,
escribiré los mejores versos.
Nunca te volveré a mirar
cómo lo hice la primera vez.
Nunca retrocederé en el tiempo
(enmendar los errores, desamar lo amado).
Nunca seré hombre,
tampoco seré asiática, ni negra, ni andina.
Nunca sabré lo que se siente
al no ser nunca madre.

Y sin embargo,
las cosas que nunca hice
me pertenecen igual que mi pasado.