Una flor se perdió en la lejanía
donde el agua no existía,
solo la roca vacía
la retuvo ese día.

Solo fue un segundo, un sueño,
un recuerdo que se llevo el camino,
se durmió en su huella
lastimera partida.

Pero siempre las cosas que amamos
un día se van.

El silencio se hace cáscara,
la nostalgia se hace piel,
y hundimos las manos en el vacío
que jamás podremos llenar.

Es un hueco profundo
y dormido,
con esa eternidad del fin,
infinito.

Allí donde los duendes danzan felices,
esta la paz,
allí se perderán los recuerdos,
los versos.

El sol se ocultara, la luna no llorara,
pero hay muchas flores silvestres
que nacerán sin calor,
y se refugiaran como soldados perdidos.

Entre el murmullo de los olvidados,
buscando siempre los puedan recordar
como en sueños al despertar.


MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI