De tardecita, sentados en un escalón de la puerta de casa, nos dimos cuenta que el polvo de las calles se levantaba más que otros días.
Juan, el más pequeño de los tres, salió corriendo a la esquina. Se ve que su curiosidad lo llevó a esa dirección y vimos como desaparecía doblando a un grito de... -¡Vengan!
Con María, mi otra amiga, nos levantamos a todo lo que da e hicimos el mismo recorrido. El temblor se sentía más fuerte. Yo pensaba: ¿qué será eso? , ¿qué habrá visto Juan?
Allí parado, en medio de la plaza central, un elefante bien grandote y peludo, subía y bajaba su trompa como queriendo decir algo.
Juan se colgaba entre la pelambre del animal y nosotros decíamos, al tiempo que hacíamos lo mismo que él:
-Juancito, ¿Qué estás haciendo?
Así, los tres estábamos entre tirones de mechas, fuerzas de brazos-piernas mientras el amigable animal con su trompa nos ayudaba a subir a su lomo para disfrutar de ese poder palpar, en un compartir fantástico.
El pueblo parecía detenido y nosotros, bien juntos festejábamos, en pleno alarido de felicidad, este acontecimiento.
Tres mariposas doradas revoloteaban nuestras cabezas. Intentamos atraparlas pero dos se fueron veloces a las pequeñas orejas del animal y la otra, a su cola. De pronto, la brisa se hizo ventarrón en nuestras caras y despegamos en vuelo por la poderosa energía que trasmitían los insectos al flamante individuo de gran porte y larga cabellera.
-Hey, che...¿Tienen miedo...?. pregunté entre feliz y nervioso.
_No, Carlitos - me contestó María, abrazada a mi cintura -Lo que no sé es adonde vamos a ir.
_Ay, eso no importa.- dije con voz segura aunque no lo estaba- Esta aventura se la vamos a contar a nuestros amigos y ellos, a esto, no podrán agregar algo mejor.
- Miren cuanta agua por allá - señaló Juan distraído, observando de aquí para allá con su mano sobre sus cejas.
_¡Si!. Ese es un océano con una bella sirena que se peina y se peina sentada en aquella roca azulada- dijo María entre ademanes bien femeninos.
- Pero..., esa no es una sirena, sino un largo y verde monstruo marino que si abre su boca bien gigante, se estira un poquito, nos traga de un solo bocado-intervino Juan.- ¡¡Rajemos, que se anda levantando!!
Las mariposas parecieron entender y alzaron más su vuelo.
-¿Cómo qué nos va a tragar?- agregué convencido- Yo creo que es un barco de piratas llenos de cofres con monedas de oro. ¡¡Somos ricos!!! - intenté celebrar junto a mis amigos.
Pero el elefante comenzó a barritar a los aires queriendo que veamos una nube de graciosa forma posada a nuestro frente.
- Una elefanta en nube- María se imaginó con romantisismo . ¿Esa es tu novia?- curiosa, dejó picando la pregunta.
Cierto rubor se notó al costado de los colmillos del animal.
-¿Cómo va a tener una novia nube, María?-la interrumpí ante tamaña ridiculez y aclaré- Esa debe ser su mamá con sus vellones rosados.

-¡¡¡Oia!!!... Me parece que estamos bajando- agregó Juan- Por allá, veo casitas.

- Si, es nuestro pueblo.- dije aseverando.
Las mariposas empezaron a aminorar su aleteo y sus luces doradas se fueron apagando. Cierta niebla de estrellitas de colores sentí bajo mi cola. Fue así, que aparecimos sentados sobre la plaza, en las baldosas del suelo sin elefante, sin mariposas ni fantasía.
Otros amigos andaban correteando por allí.
_ ¿Qué hacen ahí sentados papando moscas?- pasó Luz, que tenía su caracter y prosiguió hablando. -Pedrito nos espera en su casa a tomar la leche. No sé que me contó. Algo como que vió, hace un rato, un mamut volando por los cielos.
-¿Un qué....?- preguntamos los tres del piso. No entendimos esa palabra.
- Un mamut - respondió Luz y explicó- Una especie de elefante peludo y gigante que existíó en la época de la prehistoria.
- Che, yo tengo hambre - dije parándome en un brinco y todos nos fuimos hablando de chocolatadas, galletitas y dulce de leche hacia la casa de Pedrito.

En las ropas de Carlitos, María y Juan habían quedado pegados pelos de un mamut de la prehistoria.