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Masacre en el senado


Como era lógico de entender, el edificio del congreso por aquellas horas estaba completamente vació. Sobre una pared en el inmenso salón de convenciones, el reloj electrónico marcaba la una y media de la madrugada. Con la llegada plena de la noche, un silencio profundo e invasor se había diseminado hasta en el rincón mas inadvertido de la descomunal construcción que en plena ciudad ocupaba entera toda una manzana. Un sin fin de pasillos, decenas de oficinas privadas, pulcros y lujosos baños, cálidas salas de estar engalanadas con pinturas ecuestres, dormían a esa hora bajo la media luz que se filtraba por entre los delicados cortinados de tul que inertes permanecían cada noche como sin vida, absorbidos por la quietud y el silencio mientras de fondo, el bullicio del tránsito que venía desde la avenida se escuchaba como un eco apenas lejano. Todo parecía reposar seguro en el edificio, custodiado por una veintena de vigías que, radio en mano, sistemáticamente a cada hora lo recorrían de punta a punta hurgando en cada rincón con sus linternas, chequeando que todo estuviera en correcto orden. Precisamente ese miércoles Herminio Araos, su mas antiguo vigilador cumplía con lo que sería una de sus últimas rondas por el palacio legislativo. Afectivamente se sentía tan ligado a su trabajo, que no estaba en su voluntad abandonarlo, pero ineludiblemente un telegrama sin preguntarle si era su deseo ó no, le daba la orden de jubilarse, dejando fuera su posibilidad de continuar. Antes que él, nunca nadie pudo vanagloriarse de conocer el congreso tan minuciosamente. Tenía registrado hasta la posición de cada mueble de modo tal que si alguno, por un descuido, se hallaba en un ángulo que no era el habitual, Araos sin mediar permiso lo colocaba el sitio en el que debía estar ó sea en el mismo que durante los últimos años se había acostumbrado a verlo, por eso ese miércoles chequeando con su linterna los pasillos del ala sur, habiendo escuchado ruidos extraños, se detuvo frente al depósito de insumos del edificio y decidido se propuso investigar. No quiso alertar a los demás por temor a pecar de exagerado en sus suposiciones, pero tomando las precauciones del caso extrajo lentamente de la sobaquera que ocultaba bajo el saco su pistola y abriendo la puerta sigilosamente entró apuntando a donde la luz de su linterna se proyectaba.
- ¿Quién anda? -preguntó sin la sospecha que alguien le contestara-
- Pucha... tenías que ser justo vos. Mirá... lo siento Araoz... –le respondió desde las sombras la voz de un hombre-
- Se puede saber que haces aquí a estas horas. Deberías estar en tu casa y no aquí Feliú. –le reprochó Araos al iluminarle la cara con la linterna y reconocerlo mientras guardaba su arma en la funda -
- No te muevas Araoz. No estoy jugando. Entrá y no prendas la luz. Dame tu arma... –halló como respuesta, mientras extrañado por la exigencia, dio cuenta de que Feliú, siendo empleado de limpieza, le estaba apuntando con una pistola que ocultaba bajo uno de sus trapos-
- Pero que pasa... te has vuelto loco. – le dijo lentamente obedeciendo la orden- A que estas jugando... –agregó luego-
- A nada. Nunca hice algo tan enserio.
- Algo me dice que estás por meterte en líos.
- Puede ser... pero alguien lo tenía que hacer...
- Que te propones Feliú...
- Hacer un poco de limpieza, nada mas. Es lo mío...¿No?
- Y el arma...
- La necesito para limpiar la lacra que desde que tengo uso de razón pudre al país... Después que haga lo que pienso, vas a ver como los que vendrán, se ocuparan de ser mejores. Mis nietos y los tuyos vivirán mejor Araos... Ya vas a ver... Terminarán dándome las gracias.
- No quiero imaginar que vas a hacer lo que pienso... Reflexioná por favor... Sabés cuantas veces me tentó la misma idea que tenés de hacer justicia, pero después... por suerte me arrepentí. No hubiera servido para nada. Decime cuanto hace que nos conocemos... quince ... veinte años...
Mientras lo ataba y le quitaba el radio, Feliú sin dejar de apuntarle, le ordenó sentarse sobre unos tachos de pintura que había a un costado.
- Tenemos toda la noche para hablar del tema Araos, pero como la veo yo... solo estoy por dejarle a mis nietos y a los tuyos un futuro mas claro que el oscuro que nosotros siempre tuvimos por estos ladrones de guantes blancos. Yo ya estoy viejo, sabés... si me matan no habré perdido mucho tiempo de la vida que me queda, pero te aseguro que antes conmigo se irán unos cuantos de esta porquería que votamos. Decime... alguna vez conociste alguno que gobernara para el pueblo... siempre nos engañaron. Bla bla bla... De eso son especialistas. ¿O no? Solo saben hablar y ampararse en alguna ley para salir siempre pulcros de cualquier situación comprometida.
- Claro que conocí y vos también... Acordate de...
- ¡Basta!... ya sé a quienes vas a nombrar, pero fueron los menos. Entre doscientos, trescientos ó quinientos que son, hay uno o dos y ahí están relegados a la burla de los demás.
- Nunca me imaginé que fueras violento.
- No lo soy, pero uno se harta del engaño, mas trabajando acá que te enterás de todos los chanchullos que hacen “estos”. Encima se creen el Papa; poco mas y tenés que hacerle la reverencia cuando pasan. Mirate vos Araos... Te estás por jubilar ¿No es así? A ver... cuanto es la fortuna que vas a cobrar desde ahora... Decime... Cuanto... dale. No... deja te lo digo yo... sabes cuanto: “lo que “estos” gastan en propinas” gil, a ver si lo entendés. Durante décadas fuiste puntual y cumpliste con tu horario como yo para cobrar lo que apenas nos dejó vivir, mientras que “estos” turros por venir cuando se les dá la gana y si quieren, una vez a la semana durante un par de años se llevan la “torta” y todos los postres; encima se ríen de nosotros porque ni siquiera tienen el recato de afanar moderadamente para no avivar giles. No... Les importa un bledo, se protegen entre ellos y eso vos lo sabés. Hoy afano yo, mañana vos... sacamos una ley de morondanga para alegrar a la prole y dale que va... ¡Sabes porque tienen tantos guardaespaldas!... Porque saben que hay muchos que como yo están artos de que nos toquen el culo y escondan las manos. Tienen miedo de que alguno les salte la térmica como a mi ahora y los hagan boleta. Basta viejo... Vas a ver... voy a ser un patriota... un héroe nacional. Sabés cuantos quisieran hacer esto y no se animan. Yo era uno de ellos, pero ya me cansé... mis nietos vivirán mejor... ya vas a ver. Creo que esto es lo mas importante que pude hacer en la vida de mierda que me tocó vivir por estos hijos de puta.
- No sé como pensás así. Con sangre, con violencia, yendo contra la vida, no vas a remediar nada. Si bien todo lo que dijiste es relativamente cierto, no es esta la mejor manera de darle un futuro mejor a nadie, además pensás con esa pistola hacer justicia. Mira lo que es...
- No, con esta porquería no, para eso tengo esta... –y tras desenvolver un paquete que a un lado tenía le mostró lo que escondía- Es una ametralladora Fridow 401 corta, de repetición semiautomática; vos la conocés bién... Que te parece...
- En que guerra mundial la usaron... En la primera ó en la segunda... –contestó ironizando Araos- Dejate de embromar, a ver si terminas matándote vos con esa porquería...
- Reíte pero me va a servir. Se la compre a un coleccionista. Anda bien me dijo... además con que funcione una sola vez me conformo. Cuando aprete el gatillo no lo voy a soltar hasta que dispare la última bala.
- Y de donde les vas a disparar...
- Desde ese ventiluz que dá al recinto. Es chico pero no necesito apuntar, con girar a un lado y a otro la ráfaga será suficiente.
- Y sabés manejar eso...
- Que misterio puede tener... Solo hay que apretar el gatillo y no soltarlo.
- Y después...
- Que se yo... No me importa...
- Conmigo que vas a hacer.
- Por lo pronto taparte la boca para que no pidas auxilio. Antes tenés que portarte bién; vas a hablar con tus compañeros y les dirás que no te sentis bién y hasta que te repongas te vas a quedar descansando en la enfermería. Metele el verso que es un problema de presión.
- No son tontos...
- Conviene que los convenzas... No sé si me entendés.
Resignadamente Araos comenzó a hablar por el radio que Feliú le sostenía junto a su cara, sin dejar de apuntarlo con el arma que tenía en la otra mano.
- Sánchez... Me copiás -dijo tantas veces hasta que por fín escuchó-
- Si Araoz... te copio... decí...
- Mirá no me siento bién, estoy un poco mareado; debe ser la presión. Estoy acá en la enfermería... me voy a quedar un rato hasta que se me pase... sabés.
- O.K... Voy para allá...
- No no... Vos seguí haciendo la ronda. Cualquier cosa te aviso.
- Escuchame, si querés volverte a tu casa, andá nomás. Todo por acá se vé muy tranquilo. No va a pasar nada. Yo te cubro...
- Bueno, veo... Cambio y fuera.
Tras apagar el transmisor, sonriente y satisfecho Jeremías agregó:
- Viste que podías... Muy bién Araos, estuviste bárbaro, ahora a callar. –culminó diciendo mientras se aproximaba para pegarle una cinta en la boca-
- No, esperá... No me tapés la boca. Me ahogo fácilmente. Te prometo no decir una palabra, igual ya veo que de nada serviría...
- Está bién, confío en vos.
Solo la medialuz que entraba por la pequeña abertura donde Feilú había pensado montar su ametralladora para la supuesta masacre, iluminaba a los dos hombres; en tanto las horas seguían pasando. Araos transpiraba por el calor sofocante que había invadido el diminuto cuarto casi sin ventilación.
- Que hora es... –preguntó Araos_
- Ya falta poco. Menos de una hora... Ya oigo movimientos. Voy a tonificarme un poco para entrar en calor. –y dicho esto quitando de un bolso una botella de ginebra, comenzó a beber de a tragos largos por el pico-
- Por lo que veo te falta valor Feliú... –acotó Araos-
- Nunca hice esto; algo tengo que hacer para no arrepentirme.
- Así que tenés miedo de arrepentirte. Entonces no estas seguro de lo que vas hacer...
- Si que lo estoy, pero no quiero echar a perder mi plan por lo que siempre me humilló: el miedo... Crecí con miedo... siempre de rodillas por que nunca pude vencer ese maldito miedo a fracasar, pero ya ves, de que me sirvió... nunca triunfé. Fijate donde terminé... limpiando pisos.
- Claro y los culpables de tu fracaso son esos que van a entrar en un rato al recinto... ¡no es así!...
- ¡Ya basta! ¡Callate!... –lo calló Feliú volviendo a beber- No sabés lo que admiro a esos pibes que se juegan el pellejo cuando protestan. La policía los caga a palos y ellos siguen y siguen hasta que algo ganan, por lo menos que se los escuche. Yo nunca me animé a nada, ni cuando era joven. Tenía miedo, vergüenza... que se yo...
- Pero ellos, a pesar de que ganas no le faltan, ni se les ocurre hacer lo que vos tenés pensado hacer. Ellos quieren modificar lo que está mal con lo que hay... no eliminarlo imponiendo una ley propia.
- Voy a ser un héroe para ellos...
- ...ó un pobre boludo que se jugó la vida y no modificó nada.
- ¡Basta! ... Ahora si callate. Ya no te soporto. –concluyó Feilú bebiendo desbocadamente varios tragos de la botella-
Araoz ya no tenía esperanzas de revertir aquello. Cuando la botella de ginebra quedó vacía, Feilú la dejó rodar sobre el piso y se apostó junto al hueco de la ventilación que daba al recinto. No podía ver nada porque la abertura estaba casi al ras del techo y el rectángulo que formaba tan angosto que solo inclinando completamente la cabeza, apenas si podía ver la última fila del salón de convenciones. Eso no le importaba basta que el caño de la pequeña metralla entrara allí; con eso sería suficiente pensaba. Después solo quedaba mantener el gatillo apretado y moverla de un lado a otro del ventiluz para consumar su obra. Era conciente que no podría matar a todos pero se conformaba con que fueran unos cuantos sumados a una gran mayoría ligeramente ó mal heridos si tenía suerte; eso sería suficiente para que escarmentaran. Ya a punto estaban por cumplirse las tres de la tarde. “Mirá que hora de empezar...” –se dijo- ¡Vagos! –refunfuñó Feilú- A un costado tapado con un diario, un balde a medio llenar insuflaba en el reducto un repugnante olor a orín.
- Ya llegó el momento Araoz... Escucho bullicio. Ahí están... Los oís... Voy a esperar unos minutos más así los encuentro a todos sentaditos en sus putas bancas...
Araoz lo miró compasivamente y solo atinó a decirle:
- Estás loco... Que Dios se apiade de tu alma. -y cerrando los ojos bajó la cabeza para luego, apenas audible, comenzar a rezar.-
- Con ese también tengo cosas que arreglar cuando termine con esto. – le contestó Feilú escuchando las primeras estrofas del Padre Nuestro- Sabés... –agregó- Cada vez que veo que alguien reza me pregunto si piensan lo que están haciendo ó lo hacen automáticamente.
- Y eso a que viene... –interrumpiendo el rezo le retrucó Araos-
- Decime... Si vos fueras Dios que pensarías de millones de personas que, todos los días antes de dormir ó por invocar tu ayuda, repiten siempre las mismas estrofas de una oración, santificándote, reconociendo que debes hacer tu voluntad, pidiéndote que los protejas del mal, que no los dejes caer en la tentación, que les perdones los pecados (que conciente sabés van a reiterar) y todo lo demás que recalcan en cada plegaría. A mi siempre me pareció como... viste esas tarjetas de cumpleaños que se compran porque todos la compran y queda mejor ó es más cómodo que escribir lo que a uno le sale. Que se yo... Si a mi me tocara ser Dios ponele la firma que estaría gritándoles... !!!Basta!!! Hablenmé como ustedes se hablan... Demuéstrenme amor sin venerarme tanto... Que tienen... miedo a que si no me chupan las medias me enoje y los castigue. !!!Desenchúfense carajo!!! Decime... ¿No sería mas fácil y sincero hablarle con naturalidad? Claro... salvo que Dios peque por ególatra y necesite para sentirse omnipotente que lo veneren.
Araos lo escuchó y reflexionó que tan equivocado no estaba en lo que decía pero no se animó a polemizar su opinión solo concluyó diciéndole:
- Lo importante es tener fé... Después cada uno encontrará su manera de canalizarla... no importa como.
- Allá vos... – apartó el tema Feilú y se acomodó para comenzar su faena-
- No lo hagas Feilú... pensalo. Si lo hacés no hay regreso...
- !!!Callate!!! Si estoy equivocado Dios sabrá que hacer conmigo. –y sin esperar respuesta colocó el arma en el hueco del ventiluz y con furia el apretó gatillo de la metralla cerrando los ojos para darse valor-

Pasaron segundos y el estruendo de las balas no se escuchó. Araoz miro el arma y Feilú abriendo los ojos se preguntó:
- Que pasa... No anda esta porquería...- y una y otra vez volvió a jalar del gatillo sin que se pudiera escuchar el silbido de una sola bala saliendo. –Mierda... se travó, se travó... escuchaste... se travó- dijo Feilú casi desencajado de bronca. –Dale destrábala... vos sabés de armas... ¡Destrabala te digo...! –repitió mirando con ira a Araos que aliviado solo sonrió-
- “Ya sabés que no voy hacerlo, para que me lo pedís... Te vendieron un desecho de guerra que no sirve... Deberías haberla probado antes”
- Vos lo sabías, si... vos lo sabías.
- No, pero digamos que tenía esa esperanza. No sabés nada de armas y era lógico que te engañaran.
- Vés...–dijo Feilú abandonado a un costado el arma-.. ni para esto sirvo...
Luego sentado en el piso apoyando ambas manos sobre su cara comenzó a sollozar como un niño.
- Dalé Feilú... Todo terminó... Desatame... Dios no quiso que lo hicieras.
Sin moverse Feilú le señaló un cuchillo que tenía dentro del bolso. Tras cortarse las ataduras Araoz se hizo nuevamente de su pistola sin que Feilú intentara la menor resistencia. Araoz no quiso apuntarle con el arma; solo atinó a guardarla en su sobaquera y parado junto a él extendiéndole una mano solo le dijo:
- Vamos... Ya sabés que es mi deber... No te resistas por favor.
- Si ya sé. –resignado le contestó-
Feilú se puso de pié y Araos tomándolo de un brazo lo obligó a salir juntos caminando. Feilú mantuvo fija y húmeda su mirada en el piso, hasta que al llegar al salón principal por pudor disimuló. Al cruce con otro custodio se detuvieron. Viéndolos desalineados prudentemente se les acercó.
- Ehhiii... ¿De donde vienen así...? –desconcertado preguntó-
- Ya te contaré Sanchez, por lo pronto acompáñanos con discreción hasta la oficina de vigilancia, no quiero que algún político se alarme al vernos tan desgarbados.
- Si es por eso no te preocupes... no hay nadie.
- ...como que no hay nadie.
- Claro... mañana empieza el feriado largo...
- ... y con eso...
- ...que hicieron lo de siempre. Se tomaron también hoy para hacerlo mas largo aun... Algunos vinieron pero ni entraron al recinto... para qué... a las claras se veía que eran minoría y optaron por irse también...
- ... y ese bullicio que había en la sala de convenciones...
- Los de mantenimiento que aprovecharon para suplir algunas luces...
Recién en ese instante Feilú, comprendió lo inútil que hubiera sido su frustrado disparate. Arrepentido, avergonzado, sin levantar la vista del piso balbuceó:
- Dale Araos... Llevame... Terminemos de una vez con esto.
Araos atento a su pedido, optó por darse unos segundos de reflexión para ordenar sus ideas. Feilú le pedía que cumpliera con su deber, pero cual era en realidad su deber en ese lugar donde parecía que a nadie le importaba, por respeto y recato el profesar con el ejemplo. Luego de acariciarse la barbilla ya decidido dijo:
- Andá Sánchez... seguí con lo tuyo. Yo y Feilú nos vamos... él a su casa y yo a la mía... Ya no estamos para estos trotes... Pensándolo bien... ahora si me tienta jubilarme... Que decís... ¿Vamos Feilú?...
- Si... claro, vamos. –sonriendo aliviado le respondió Feilú - Creo que yo también debería jubilarme... Tenías razón... ya estoy viejo para intentar cambiar el mundo...

Texto agregado el 24-03-2011, y leído por 111 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-03-2011 Siempre será grato pasar a leerte. susana-del-rosal
 
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