Me ha preguntado que por qué la quiero, sin en principio y fin no tiene para darme.



Y como siempre, le hablo desde afuera de esa caja sellada en donde se esconde cada vez que de mis palabras me brotan el corazón y tratan de acariciarla.



Le he dicho:



Que no hay mas dicha que tenerla cerca, con sus virtudes y sus manías, que su risa ilumina todo aunque mi ceño fruncido no la convenza de lo contrario.



Que cuando la miro a sus ojos café, me quedo detenido, imanado por el cariño que de ellos brotan, como si hablaran y quisiera decirme algo.



La quiero por que aunque huya, sigo corriendo en dirección a ella, perdido y haciendo círculos en el bosque de sus encantos.



La quiero por que es perfección y simpleza al mismo tiempo.



La quiero por ser infinitamente bella, aunque no se lo crea y en su casa no haya un solo espejo.



Y como siempre me quedo dormido con la cabeza apoyada sobre esa caja blindada, esperando que el sueño regenere ese amor para seguirle hablando hasta que se acaben nuestros tiempos.