Inhalo aire de una bocanada repentina, saboreando cada segundo de esa experiencia de saberme vivo y despierto. Abro los ojos, una luz blanca me ciega, punzante como se espera la cuenta pendiente, infame, dolorosa. Cierro los ojos. No puedo pensar, me siento bien, no hay dolor… no puedo pensar. Algo me preocupa, desde lo más profundo genera una angustia imparable, pero no me afecta pues no la comprendo. Me siento bien, soy feliz. Algo cambió en mí, no soy el mismo, si tan solo lo recordara, sabría que hacer. Por ahora no me importa. Soy feliz.
No planeo destacarme, no me gusta sobresalir. Solo siento deseos incontenibles de vivir en paz, formar una familia quizás. Solo eso, y nada más. Si tan solo supiera como actuar, si tan solo alguien me lo dijera. 
No siento nada, no puedo recordar, intento abrir los ojos pero me es difícil superar esa luz que me deslumbra. Prefiero no hacerlo, pues estoy a gusto. Soy feliz.
Cada vez se acerca más, esa sensación de incomodidad, aún no la entiendo, y francamente no me importa, solo deseo permanecer así por siempre, en paz.
¿Que me falta? ¿Que perdí? ¿El amor? Quizás, el amor… o tal vez una mala decisión, que me llevó al olvido. No lo sé, y espero no saberlo.
Intento moverme de a poco, pero me es difícil. Escucho un zumbido constante, algo me dicen, pero no comprendo, no es importante. Soy feliz.
Llevo mi brazo hacia mi cabello, lentamente me toco los ojos para cubrir esa luz tan terrible. La deslizo hacia mi nuca. ¡Qué Dolor! Comienzo a sentir todo mi cuerpo de golpe, como una punzante agonía que me atraviesa cada célula, una ráfaga de desgracia que baña mi ser. Aún así no me voy a dejar perturbar, pues la paz me contiene, y no la voy a abandonar. Estoy a gusto y eso no va a cambiar.
Intento nuevamente abrir mis ojos, levantar mi cabeza y ver donde me encuentro. Es difícil, el dolor en mi cabeza me abruma. Si tan solo pudiera recordar para saber que hacer. Finalmente logro alzar mi vista y vencer la luz, observo con detenimiento. Me cuesta distinguir las cosas.
Hay una persona, un hombre, me está mirando fijamente. Me duele verlo. Me angustia. Pero la alegría es egoísta y no me preocupo por él, solo quiero disfrutar el momento y vivir así por siempre.
Escucho un portazo, y gritos. Estoy asustado, y no comprender la razón me asusta aún más. Tengo miedo, ojalá supiera porqué, aún así no voy a dejar que nada me afecte ahora.
Miro nuevamente a quien me acompaña, tiene algo en su mano. ¿Qué es? Parece un pedazo de hierro, como una llave inglesa. ¡Que dolor! Mi cabeza estalla. Me dice algo, pero no comprendo. Le pedí que lo repitiera. 
– ¡Ladrón! – Me respondió con odio.
Ojalá hubiese podido recordar antes, así hubiese sabido que hacer. Mi felicidad se desvaneció. Ahora comprendía todo, y esa angustia que sentía me sobrepasó y nubló todo a mí alrededor mostrándome mi error. Las personas que entraron a la casa y dieron el portazo estaban armadas, con uniformes azules. Pero ahora ya nada importa. No había tiempo.

Fui feliz.