Con el rigor que le es habitual, Descerebrada pasa horas frente a la pantalla buscando información de primera línea sobre cómo conseguir su objetivo. Termina afiliada a la 'Asociación de flacos bien nutridos' que le promete un boletín semanal y acceso a su página de planificación de dieta, que incluye 'Cálculo de gasto basal y calorías requeridas por día' más explicaciones fisiológicas del ciclo insulínico, recetas de cocina y un foro de famélicos felices y entusiastas.
Los ejercicios de combinatoria para maximizar la nutrición minimizando la ingesta le resultan tan adictivos como el sudoku o el puzzle dominical. Se entretiene, se ríe, hasta se le olvida el olfato perdido en medio del conteo de gramos.
Su refrigerador se diversifica y ella de pronto, se encuentra comiendo excentricidades como hongos shitake o carpaccio de pulpo. Quiere llenar las barritas que muestran los requerimientos mínimos de cobre, zinc y folato en el programa de nutrición que estaba disponible en la red. Quiere saber resolver el dilema de cuánto de cada qué sin esfuerzo, casi por intuición.
En una semana ya nota resultados. Grafica peso, grasa y masa magra con unas líneas que van decayendo cuál más cuál menos. Se toma fotos de frente y perfil y ve cómo se reduce. Recupera ropa dada por perdida años atrás. Se siente más liviana, le topan las rodillas en la noche, se le antoja una cama más blanda. Parece más despierta, como si le hubieran quitado un velo de pesadez a su vida.

Tal vez podría hacer otras cosas, bailar o salir a caminar al cerro o desempolvar la bicicleta, piensa.