Mitología Tehuelche: “Gualicho”, el Mal sobre la tierra (Argentina) –Por El_Galo
Para quienes viven en el extremo sur del continente americano, es común tener acceso a la expresión “Gualicho”. La misma se utiliza para dar cuenta de un malestar que, provocado por otra persona, y generalmente físico o espiritual, puede derivar incluso en la muerte de quien lo sufre y que, además, se muestra lejano a toda forma de explicación o interpretación científica. Por consiguiente, tal malestar respondería a cuestiones metafísicas como la magia o la brujería.
Ahora bien, el génesis de tal vocablo, y el sentido al que responde su utilización, tiene su origen en una denominación que, divulgada por poblaciones pertenecientes a las tribus pampas y mapuches, se originó en el seno de la cultura tehuelche; antiguos habitantes de la Patagonia argentina. Dicha cultura habría concebido la identidad de Gualicho de acuerdo a la siguiente teoría indígena, fuertemente vinculada al origen de la vida en nuestro planeta:
La historia da cuenta de la existencia dos hermanos, Chachao y Gualicho, quienes, según los brujos de las comunidades indígenas, representaban el bien y el mal respectivamente. Ambos vivían en el cielo y dedicaban su tiempo a disfrutar las bondades que ofrece la eternidad.
Pero, en una oportunidad, -aburridos de vagar por los confines del universo- bajaron a la pampa luego de un corto paseo por la Vía Láctea. Al descender, los hermanos se encontraron con un planeta todavía sumido en un estado primitivo y cubierto completamente por las aguas. Para remediar esto, los espíritus soplaron con fuerza hasta hacer emerger de la masa líquida los primeros espacios de tierra.
Realizado esto, y ni bien Chachao se posó sobre la tierra, la divinidad del bien se dedicó a modelar una serie de muñecos utilizando el barro todavía fresco. Los primeros que realizo contaban con piernas y brazos. Luego, con la misma materia, configuró distintas imágenes; las cuales luego devendrían en animales como el ñandú o la llama. Pero, ante un descuido de Chachao, su hermano, Gualicho, sopló sobre los muñecos y estos, de repente, cobraron vida. A partir de entonces, los muñecos se transformaron, en hombres los primeros, y el resto en animales. La supuesta broma realizada a Chachao causó el efecto contrario: éste se espantó. El terror tenía su motivo: ni bien cobraron vida, los hombres comenzaron a hablar y ese era un privilegio que, hasta entonces, sólo los dioses ostentaban.
Al mismo tiempo, los animales despertaron a la vida y comenzaron a diseminarse por el mundo. Pero este no fue el único espacio por donde se distribuyeron. Ágil y veloz, un ñandú corrió por la Vía Láctea con la intención de fugarse a través de las alturas celestiales. Entonces Chachao, rápido de reflejos, tomó las boleadoras que siempre llevaba consigo, las lanzó con todas sus fuerzas, y lo atrapó. Cuentan los indígenas que la huella de aquel suceso histórico aún puede verse en el cielo, bajo la forma de la llamada Cruz del Sur.
La Cruz del Sur es un grupo conformado por cuatro estrellas que, valga la redundancia, forman una cruz en el firmamento, y de las cuales una de ellas se ubica más abajo con relación a las otras. Así, las tres estrellas superiores corresponderían a los tres dedos del ñandú y, la que está más abajo, a la uña trasera que completa la pata del ave. Asimismo, debajo de la Cruz del Sur es posible ubicar a dos estrellas, Alfa y Beta del Centauro, que serían las marcas dejadas por las boleadoras de Chachao al incrustarse en el cielo.
Tras esta captura, y completamente iracundo ante la acción de su hermano, Chachao tomó su hacha de piedra y cortó el camino que conduce a la Vía Láctea; y desde ese momento la galaxia nunca más pasó por La Pampa. Con ello, se ocupó de dejar a Gualicho en la tierra, esto como castigo a su acción de darle vida a los hombres; esos seres que, en tanto hablantes, pondrían en peligro la superioridad y la permanencia de los dioses. Así, Gualicho, en tanto divinidad del mal, debería ocuparse en el futuro de saldar su error: su obligación es la de acabar con la vida de los hombres. Sólo de esta forma su hermano le permitirá, en alguna época, regresar a las alturas.
Aún hoy, en la Patagonia y en la pampa de la extensa Argentina, cuando en las noches de tormenta se oye y presencia un concierto de truenos y relámpagos, hay quienes creen que son Chachao y Gualicho; todavía discutiendo por aquel viejo problema que tuvieron hace mucho tiempo. Cuando el Dios del Mal sopló ese aliento de vida que, venturoso, culminó por darle inicio al mundo...
Patricio Eleisegui
El_Galo
Fuentes:
www.temakel.com
“Joiuen Tsoneka” (leyendas tehuelches), de Mario Echeverría Baleta.
* Un agradecimiento muy especial a Gustavo Varela, Filósofo y Profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) por haber sido el primero en revelarme esta historia. Historia que, como todo argentino digno de su origen, debería conocer de antemano de acuerdo a un país rico en cultura y tradición.
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