Marzo 2011. En el vaivén de la marea.
Mi playa es un gran pan moreno punteado de bordes de roca que gruñen cuando las olas le muerden la corteza, de color marrón oscuro, árido y terregoso a pleno sol... sólo que jugoso cuando se rocía de aceite verde de lluvia.
Es un pan duro al cuchillo del viento, horneándose al abrigo de constantes crestas que empuja un viejo mar.
Tiene mi playa una amiga que se oculta de día en las pequeñas cuevas marinas, cuajadas de bordados que forman los conchas, corales y algas, respirando el aroma salobre del mar vestido de azul, de verde o de gris.
A veces se la puede ver en compañía del sol, admirando cómo el mar mueve despacio su melena con peine de sal.
Guarda muchas historias en sus ojos plateados, siendo en las noches calurosas de verano cuando las relata a la luz de las luciérnagas.
Una noche se escapó una ola a descansar sobre la orilla, pues cansada de moverse al son que marcaba el mar, se soltó para contemplar la noche desde la arena.
Su oscura piel se hinchaba recogiendo oxígeno caliente, cambiando sus gotas por una espuma salada.
Se ondulaba lentamente queriendo alargar el tiempo de vuelta al mar, intentando hacer realidad su deseo: bailar con cuerpo propio y abandonar el susurro marino por golpes de voz.
Solo quería crear y caminar, mirar y descansar... aunque ella sola.
Y fue a tumbarse a la orilla cuando descubrió que la miraba con ojos diminutos la arena.
Tienes la frescura y transparencia necesaria.
Combinas el movimiento y el viento... Y sabes lo que es llenarse de vida.
¿Necesitas más?, ¿Qué te falta para hacerlo?
Se acercó la arena hasta ella, y sentándose en un remolino de aire le confeso: Las arenas tenemos un secreto, escuchar el corazón de las olas.
Forman parte de un gran mar que siempre ruge, gime y susurra.
Sólo que cuando alguna de ustedes llega a la orilla, se siente sola... esperando ser escuchada en medio del silencio.
Sin querer, el agua se filtra poco a poco, y sus sueños se empapan en nuestros granos de arena.
La ola comprendió que ser escuchada tenía un riesgo.
Al alba no sería nada más que otra ola en el mar...Y la angustia le hizo temblar.
¿Por qué no te arriesgas?
Crees que yo no me siento hueca cuando me muevo si me empuja el viento, me mojo si la lluvia o el mar quieren, sabiendo que jamás va a crecer nada en mí.
Aunque…me dejo modelar, y siempre he pensado que es la sal que me dejan ustedes, que se une a mi deseo por la caricia de unas manos.
La ola sonrió dejándose descubrir.
La arena le apretó la mano húmeda dejándose empapar, y continuaron hablando de ellas y de sus mundos salados durante toda la noche.
Con los primeros rayos del alba, el rocío se perfumaba con gotas de mar bien frescas.
La playa despertaba poco a poco dejando que las gaviotas se dieran el primer desayuno.
El mar acariciaba la orilla con un compás tranquilo, mojando mis pies morenos, que dormía sobre la playa.
Volviendo a la vida tras un largo sueño donde la luna parecía haberme hechizado, desperté desentumeciendo el cuerpo.
Me moje la cara con las olas, sintiendo el aroma del mar confundirse con el aire de mis pulmones.
El vuelo del vestido, se mojaba en el vaivén de la marea.
Mi piel canela brillaba como la fina arena que me arropó mientras dormía.
Caminando, me mire las manos, apreté los puños y desenredando los dedos, nadaron en el mar del viento, curvando las palmas al aleteo de las muñecas.
Andando al fin por la ruta, proyectó el sol su luz, contemplando en mi sombra la forma de la arena y el movimiento de la ola...y lloró gotas saladas.
Desde BC, mi rincón existencial, tan lejos de mi tierra... y tan cerca de mi espíritu, sueño que me mece al ritmo de las olas, me arrulla con sus vaivenes, y me funde con su espuma. Andrea Guadalupe.
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