Doménica es una voz risueñorada que me entra por los poros y hace girar en reversa los ejes de mi cabeza.
Es un pequeño universo que gira al centro de un universo mas grande pero que se empequeñece y se contrae para mirar atento las palabras que brotan como mariposas de su pequeña boca.
Es la niña del cuento escrito con tiza sobre el cemento de las fachadas, es una luciérnaga menuda, rauda por sobre las cabezas de los que se apretujan para entrar al vagón más vacío del metro.
Tiene nombre de muñeca invitada a tomar el té entre los osos de ojos de botones y tacitas de plástico regadas en el patio.
Muerde la punta del lápiz cuando está nerviosa.
Usa el reloj en la mano derecha para descubrir a los buenos observadores y a los poetas sagaces.
En el fondo es una picara sin remedio por que la curiosidad es ley que encandece cuando dice algo y luego se ríe.
Bien podría ser hija adolescente amiga de los locos y los niños.
Doménica es así, mitad acierto mitad ficción en mi sueño.
Por que hoy día así me da la gana, mientras ella lee esto y se muere de risa.