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Corría una brisa fresca mientras esperaba la llegada de la movilización colectiva, la espera se alargaba y comenzaba a sentir frío. En la banca observé a un anciano, se le veía decaído, probablemente no había comido nada en las últimas horas, un abrigo raído y abotonado abrigaba su cuerpo, el cabello muy blanco, delgado, su tez cetrina, ojos hundidos, quizás algún día fueron hermosos, sus manos cruzadas apoyadas en su regazo, miraba hacia el infinito. A la llegada del ómnibus, el anciano esperó que todos los pasajeros estuviesen instalados, -¡jefe! ¿una cantaíta?- le dijo al chofer, el chofer hizo un gesto de aceptación en silencio, y el hombre con su carga de años en los hombros, se sentó en los primeros asientos. Poca gente viajaba a esa hora, en cada paradero se sumaban dos o tres personas. Una señora, anciana y muy distinguida viajaba al lado de mi asiento, acompañada de una joven vestida de blanco. Muy bien vestida, elegante y vivaz, conversaba incansablemente con su acompañante, la jovencita se reía mucho, pero el ruido de la calle y del motor desvencijado del bus, me impedían escucharlas.

El anciano se puso de pié, afirmado de un pilar de acero, comenzó a cantar. –Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños … -, una potente y varonil voz, silenció el ruido de la calle y del motor, los pasajeros escuchaban al anciano incrédulos, el anciano avanzaba por el pasillo deteniéndose en cada asiento para recibir su moneda, -sabe que la lucha es cruel y es mucha …- los pasajeros lo seguían con la mirada. La distinguida dama había enmudecido, el anciano se detuvo a su lado, ella le pasó un billete. El anciano había terminado de cantar su tango, ella le agradecía con la mirada, él comenzó otra canción, -Tú me acostumbraste, a todas esas cosas -, mirándolo a los ojos la anciana cantó con hermosa voz, decidida y melodiosa -pero nunca me dijiste, que son maravillosas-, y uniendo su voz a la de ella, juntos terminaron la hermosa canción de antaño.

Los pasajeros aplaudieron, comenzaron a salir más billetes de las carteras, una canción más a dúo, más aplausos, se escucharon unos ¡bravo!, una fiesta de recuerdos viajaba en esa micro* amarilla, la gente sonreía, cada pasajero que subía se detenía en el acceso sintiendo que algo importante había interrumpido.

Los dos ancianos felices siguieron con sus canciones, él comenzaba, ella lo seguía -Acaricia mi ensueño, el suave murmullo de tu suspirar ...- ensimismados, el rostro del anciano no denotaba cansancio, sus ojos eran más grandes, su sonrisa lo iluminaba, la anciana se reía y seguía su canción -cómo ríe la vida, si tus ojos negros me quieren mirar ...-

La jovencita vestida de blanco, tomó el brazo de la anciana, "Señora, nos tenemos que bajar en el próximo paradero". La anciana la miró sonriendo y le dijo: "¿Para qué?, tomaremos un ómnibus de regreso, me faltan muchas canciones por cantar, esto ha sido muy divertido, ¿cierto señor?".

*Ómnibus

Texto agregado el 19-03-2011, y leído por 306 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
17-02-2015 Heeeermosa historia. Demasiado hermosa. Vibré con su contenido. La narrativa es estupenda, cristalina y fluida. Un full abrazo por el gran disfrute mañanero. Hoy fue que te descubrí y me siento feliz de haberlo hecho. SOFIAMA
05-01-2014 ¡Qué buen relato! bien escrito,...trasmite sapiencia en el manejo del tema, ritmo, vocabulario, nudo, desenlace. Podría seguir...me quedo aquí. lindero
30-10-2013 Estoy gratamente sorprendida, qué maravilloso relato, me encantó, posees gran creatividad, además de una narrativa que invita seguir leyendo de una viaje hasta el final. Bravo. Un abrazo. gsap
29-10-2013 Estos cantantes callejeros alegran los viajes, lo sacan a uno de cualquier situación preocupante. Quiero pensar o al menos me hiciste imaginar que se econtraron para ser felices juntos. Acá se está prohibiendo que suban a los ómnibus estos cantantes. No saben cuánta alegría nos quitan la mayoría de los días, cuántos sueños de artistas matan y cómo destruyen una fuente de ingresos para sobrevivir. Me encantó. cieloselva
07-09-2012 La alegría puede venir de cualquier parte y debemos aceptarla. Felicidades por regalarnos esta narración tan hermosa. Mi estrella. elpinero
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