Descubrí que soy feliz entre tus troncos, y que me fascino inventando historias de héroes y villanos ambientadas en las agujeros de los colosales bachacos, jajajajajaja cuanto me sorprendí la primera vez al notar el rugido de sus patitas sobre la arena y sus quejidos al levantar tan pesados trozos de flores… casi como aquella vez, en que me arriesgue en probar un exquisito fruto amazónico y tropical, que pese a los halagos de los locales y foráneos, no sabia más que tierra y madera, no le hacía honor a su apariencia jugosa y su amarillo vistoso, a ese fulano Pijiguao, lo podré dejar fácilmente, sin remordimientos.

Añoraré las tardes derrochadas en tus cristalinas aguas, mostrando mis dotes de pésima nadadora, fue tan entusiasta mi intento por vencer la suave pero contundente corriente que casi casi aprendo al fin a chapuzar, sin hacer trampa pisando el fondo, pues con tanta hojarasca, mitos de espíritus protectores de la selva amazónica y los animales más extremos de Discovery Chanel, sumergirse hasta el fondo resulta un suicidio más que un acto exploratorio de valentía. Luego ya hastiada de batallar con zancudos, tábanos y jejenes, regresar corriendo a casa espantada por la brisa que se cuela entre los morichales, la oscuridad y cientos de sonidos exóticos eran la señal para marcharse a la siguiente actividad programada: caza pirotécnica de bachacos y conteo de Estrellas.

Titilando de frió, y viendo explotar las cuevas subterráneas de los bachacos 24, si uno de ellos te llega a picar, sentirás un intenso dolor, la zona se inflama, fiebre y cuando estés alucinando al borde de la locura, se cumplen las 24 horas; escuchaba las historias de su pueblo, como resisten la disgregación social entre partidos políticos, que igual que antaño los sectorizan y poco reconocen lo valioso de su trabajo, discriminándolos por color; o la lucha por sus tierras, los señalan por como tratan la Naturaleza, acusándolos por la tradición de quemar toda una sabana para cazar una iguana, pero nadie es responsable ni tiene autoridad cuando criollos acaban con la biodiversidad de todo un rió, o cercan un manantial, negando el agua y afectando tantas familias y tantas comunidades. No podré dejar de sentir vergüenza, por ser criolla, por ser participe de una doble moral, se les niega la madera con que construyen sus casas, los arrestan si los encuentran talando o pescando, por estar “Vetado” pero en lo que decomisan los pavones, el babo, la lapa, el chigüire de sus canoas, pasan directo a las mesas de los oficiales; es absurdo pues allí mismo, se extraen toneladas de madera, peces y hasta de oro como contrabando, frente alguna de los tantos puntos de control del ejercito, sin que le echen un ojo al cargamento.

Son tantas anécdotas de cómo se salvaron los niños, mujeres embarazadas o ancianos por plantas medicinales que mi memoria, y mi libreta se le fundió la memoria ram. Andaba garabateando cuanto fruto, semilla y árbol nuevo descubría, repetía cuanta palabra en idioma escuchaba, Ika Tajamonae (hola mi familia) decía sonriente al llegar a cualquier sitio, me interesaba en aprehender hasta el modo de caminar, comer Ensalada con mañoco (harina de yuca) o como ellos la llaman cabeza e’ gallo, comer con picante de Bachacos Catara, compartir con ellos una refrescante Yucuta y llegue hasta vestirme con su traje típico.

Una experiencia condensada, solo han sido tres meses han dejado en mi profundos surcos reflexivos, ahora que me toca despedirme y renunciar a todo lo que aquí viví. Supongo que al final queremos revivir el inicio, recuerdo mi llegada, y la energía que me rodeo al visualizar las imponentes montañas de roca, los tepuyes, al atravesar en chalana el rio Orinoco y soportar las 17 horas en bus por baches y camino de tierra. Solo me pregunto, luego de conocer la puerta de entrada, le podré dar la espalda? ¿seré simplemente una no indígena, una Wohiba?

Ya es infinito que manejes el Universo…déjame tomar mis propias decisiones.