Cuando el cazador disparó su arma el lobo aulló de un modo tal que Caperucita creyó morir de espanto, tambaleante la fiera, miro a su verdugo y rompiendo el jarrón que adornaba la mesita de centro cayó pesadamente dejando en el ambiente un olor a pólvora y muerte.
El cazador bajó el arma y dirigiéndose hacia la indefensa niña extendió sus fuertes brazos para arropar a la inocente joven, pero una fuerte cachetada cruzó su mejilla mientras de aquellos labios salían los más impensados improperios
- ¡Que hizo, gran malparido!, ¿Porqué lo mató?
El aturdido cazador sin saber cómo reaccionar sólo atinó a responder
- Pero es que la iba a atacar
- ¿Y a usted quien le dijo eso? ¿Quién lo mando a meterse en lo que no le importa?
Caperucita encendió un cigarro y moviendo con su pie el cadáver, dijo
- Bobo hijueputa, ¿Quién lo nombró defensor de oficio?
El cazador no daba crédito a lo que oía.
Caperucita se sentó en el tocador, se soltó la moña y sacudió una larga cabellera que llevaba tinturada de mechones rojos y rubios, tomando el celular hizo una llamada
- Soy yo, todo se ha ido al carajo, si, un estúpido ha entrado y ha matado a mi cliente, acá lo tengo al frente, claro que debes avisar a las autoridades, no pretenderás que otra vez me vea envuelta en líos con la poli, ya sabes cómo me tienen de reseñada, ¿Yo? Yo me largo de acá, a las 4 tengo cita con un ogro.
Caperucita colgó la llamada y mascando una barra de chicle que había sacado del bolso dorado se acercó al cazador y guardó una tarjeta en el bolsillo de este, en el momento en que hacían su llegada una patrulla de la policía y unos periodistas de la crónica roja de la TV, mientras el cazador era esposado uno de los policías sacó la tarjeta que llevaba en la camisa y leyó
- Sex show, niñas calientes para sus fantasías eróticas, llámenos
- Degenerado- Le escupió el policía
Y el cazador se marchó confundido sin saber cuándo ni a qué horas se había metido en otro cuento
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