Hoy me he cansado de jugar al poker, pero no hablo del cansancio físico de otros días; dolor de cuello y vista cansada. Hoy he notado por primera vez el aburrimiento subiendome viscoso del ratón a la mano. No ha pasado nada especial, no perdí, no gané. Simplemente creo que se le acaban las pilas a este hobbie que por más de dos años me ha entretenido. Me parece que va camino de convertirse en otro juguete abandonado en le trastero de mi vida, como el golf, la micología, la literatura, la pesca, el ajedrez, las cometas acrobáticas...
En todos buen aprendiz pero nunca maestro.
Y ahora llega el vacio, en otros tiempos, llegaba un periodo de introspección, una travesía del desierto, un volver a buscar sin buscar, hasta que un día, un libro escondido desenterraba una caña de pescar que se hacía la protagonista de mi vida por un tiempo.
Eso era antes, porque ahora creo que mis dos queridos mostruitos de dos y cuatro años se zamparán cualquier intento de instrospección. Ellos demandan toda la atención. Pensar no es actuar.
Ellos son un incendio y los inteclectuales reflexivos lo pasan mal en los incendios.
A lo mejor es mi último hobbie.