Toma asiento, Ofelia, cariño. Supongo que te preguntarás para qué te he pedido que vinieras y supongo que sospecharás que algo tendrá que ver en el asunto tu intención de casarte con mi hijo. ¡Bingo! Acertaste. Aunque tampoco era muy difícil, la verdad. ¿Por donde quieres que empiece? No creo que se te escape que el hecho de que no seas de sangre real, ni noble, ni nada de nada, ha puesto muy difícil las cosas. Pero como veo que estáis decididos a seguir adelante con o sin mi consentimiento, no parece que tenga mucho sentido que me oponga. Así que no lo haré. Sólo conseguiría con ello que se propagara todavía más entre la plebe el escepticismo hacia la Corona. Y no voy a ser yo como Sansón, que con tal de matar a los filisteos, murió sepultado él mismo tras derribar el templo. ¿Te imaginas que mi oposición a vuestro enlace hiciera que mi yerno El Engominado pasara a ser el pretendiente al trono? Seamos serios. Tendré otros defectos pero no soy tonto, o al menos no soy tan tonto como para permitir que todo este tinglado se venga abajo. Aunque ya te digo desde ahora que el apoyo que te voy a dar no será un apoyo incondicional. Para empezar, tienes que aprender a jerarquizar correctamente tus principios. Lo digo porque dices que estés muy enamorada y eso está muy bien, pero en nuestra familia procuramos no mezclar los asuntos sentimentales con la vida privada. Su sitio apropiado son los dramas decimonónicos y las telenovelas de sobremesa. Los conceptos que nos importan son otros: conceptos tales como compromiso y sacrificio. Tienes que ser plenamente consciente de las muchas y muy altas responsabilidades que te supondrá tu matrimonio. Vas a ingresar en nuestra familia, en la casa real de los Bourbon, no en un club de tenis. Y para compensar tanta advertencia, te tengo preparada una sorpresa que seguro que te encantará. He ordenado realizar un estudio genealógico que concluirá, después de largas investigaciones, que por tus venas corre sangre azul. Más o menos desvaída, pero azul al fin y al cabo. ¿Qué te parece? Todavía estás a tiempo de elegir de qué rey quieres descender. No hace falta que sea Bourbon, puedes escoger el rey que quieras. Aunque aquí en la familia no te faltará donde elegir, hay un buen plantel. Sin ir más lejos, ahí tienes a Fendinando Séptimo. Él sí que sabía entender al populacho. Engañó a los politiquillos de turno declarando: “vayamos todos, y yo el primero, por la senda de la Constitución”, y luego hizo todo lo contrario, y colmó de dicha a la gente aboliendo la Constitución y destruyendo todo aquello que oliese a libertad en este país. ¿No le habían recibido a su vuelta del exilio al grito de “Vivan las cadenas”? Pues tuvieron cadenas para rato. Pero, no sé, igual te apetece descender de los mismísimos reyes Santurrones. Su gran hazaña fue terminar la Reconquista con la gloriosa toma del reino de Granada. Claro que el logro de esta epopeya contó con la pequeña mancha de las Capitulaciones firmadas con los vencidos, en las que se comprometían a respetar sus bienes, sus costumbres y su religión, y que nunca se cumplieron. Pero eso son minucias. ¿Sabes qué te digo? Que, bien pensado, lo mejor será, para no despertar la envidia del pueblo, que elijas un rey de la Edad Media, de perfil discreto, que no llame mucho la atención. ¿Qué te parece Ferdinando Segundo de León? |