El pequeño Mundo
Siempre había escuchado de duendes y hadas, de hecho me fascinaba el tema, cuando alguien hablaba de ellos me podía tener horas y horas escuchándolo, aunque el número de personas que lo hacían, en el lugar donde vivía era minimo, sólo una persona y sus narraciones nunca eran espontaneas, siempre eran a petición mía, ¿Realmente apasionante…?
Claro emocionante, incluso había días en que caminaba inventando mis historias y siempre imaginaba personajes con poderes maravillosos, para viajar en el tiempo y el espacio, desaparecer, escuchar a la distancia, correr a gran velocidad.
Existía un lugar llamativo, que me encantaba: era la base de fuerzas increíbles.
Claro sólo eran fantasías, pero había un lugar en esa bella geografía (donde viví mi infancia) misterioso, enigmático, atractivo: un enorme nopal “chamacuero” No me pregunten qué quiere decir “chamacuero” así se referían a esa planta mis abuelos y bueno, yo sin protestar adopté el nombre.
En la parte inferior de dicho nopal, el tiempo, el clima y yo imaginaba que algo mágico, había formado una hilera de minúsculas grutas que se prolongaban por toda la base del nopal.
Fue ahí donde un día en alguno de mis paseos por el lugar, pude ver que algo se movía, mi mente rápido buscó una respuesta sensata: alguna lagartija o víbora o tal vez, una rata de campo de las cuales abundaban por ahí.
Si fuese una lagartija no habría problema, con mi presencia se alejaría, o la rata de campo, pero la víbora a pesar de lo acostumbrado que estaba a convivir con esas sabandijas la verdad si me imponía respeto.
Aunque se pareciera a “Juliana” quien era mi mascota desde que era una víbora pequeña. La encontré en el patio de la casa enroscada por el frío y levantó su cabecita para verme y al notar que no era su madre me sacó su lengua viperina para asustarme, pero en lugar de eso, me causo ternura y desde entonces la adopté y le obsequie una casa: una caja de cerillos.
Me estoy desviando del tema, regresando a la base del nopal.
No era una rata de campo, ni una lagartija y para mi alivio tampoco una serpiente (menos mal)
Ante mí: un pequeño humano, si (al menos eso parecía) no alcanzaba los diez centímetros, lo calcule sobre la base de una piedra junto a la cual siempre ponía un camioncito de lamina, obsequio muy apreciado y compañero de mis aventuras y juegos.
El pequeño ser comenzó a hablarme, su voz apenas se escuchaba, por lo que tuve que inclinarme para entender lo que decía:
-¡Pronto me tienes que acompañar algo grave está pasando! –Dijo- y te hemos elegido para que lleves esta noticia al exterior –me apresuró—
No pude contestarle, no sabía en ese momento si mi visión era algo real o como en muchas veces, un viaje por el mundo de los sueños. Solo recordaba que ese día el sol se veía más luminoso que de costumbre y que el olor a yerba era más intenso.
En fin no acababa de salir de mi sorpresa de que aquel pequeño existiera y me estuviese hablando.
-Tienes que tomar esta píldora, pues no podrías entrar en mi mundo de otra forma –volvió a decir presuroso- Me dio una capsula brillante, de un azul rey intenso y agradable, de forma automática trague aquello y de pronto me vi decrecer hasta verme del mismo tamaño del recién conocido.
-¡Ven acompáñame! – insistió-
Jaló de mi brazo, mientras nos encaminabas hacia aquellas diminutas cavernas.
Justo nos dirigimos hasta la más alta de todas y para mi sorpresa al acercarnos, la pared comenzó a transparentarse y delante de nosotros se abrió un enorme pasillo, atravesamos la división de entre la parte externa al interior: la sensación al estar dentro de esa gruta era increíble, el clima era agradable, más templado del que yo hubiese sentido, el piso de aparente grama, era más bien como la alfombra más fina que hubiese podido pisar, ¡pisar! No más bien parecía que flotaba, y la pared de la gruta, cubierta de musgo verde pero no era el común de río (que yo conocía) era un verde Intenso, delicioso, estupendo.
Marchamos por algunos momentos más, aquel pasillo tenía algunas curvas y yo seguía inspeccionando ese espectáculo asombroso. Es cierto que a mi edad no conocía muchos lugares pero aquello era hermoso.
Después de las lluvias de meteoros nocturnas y fugaces, la visita por primera vez a la ciudad fue de las cosas que me dejo asombrado, pero eso con su simplicidad y calidez extrema me empapaba no solo por los sentidos sino la piel.
La comodidad que sentía, incluso al respirar superaba a cualquier otra cosa, exploraba cada centímetro de ese musgo, sin encontrar de donde era que venía ese color asombroso. Mi pequeño acompañante como si adivinara mi sorpresa comenzó a decir:
-La razón por la que el musgo es verde intenso, la grama cómoda al contacto con los pies y el ambiente acogedor, es porque no sólo están compuestos por materiales comunes como tierra, agua y oxigeno, la conjunción de armonía, amistad y paz que tenemos en nuestro mundo ha creado una sustancia que nosotros llamamos “amsohe” que hace que todo aquí se vea intenso.
Esto es porque nuestra visión de las cosas es muy diferente a la de ustedes allá afuera.
-Amsohe, muy interesante tal vez nos haga falta algo así, allá en el exterior –conteste-
-Estoy seguro de que sí -replicó- mi acompañante.
Por fin al fondo del pasillo vi una luz resplandecer, la terminación del túnel y el inicio de algo esplendoroso, puesto que si eso era sólo la vereda y la grama: ¿Cómo sería el resto de su mundo?
No puedo dejar pasar por alto el mencionar su ropa: era brillante de verdad resplandeciente, elegante, su cara era muy similar a la de nosotros pero sus oídos eran más grandes y delgados, casi podría decirse que era humano, si no fuera por el tamaño y los oídos, me parecía que tenía mucha similitud con los duendes de los que yo había escuchado. Pero él no era travieso ni malévolo, en verdad se veía preocupado y solemne.
Por fin llegamos al último tramo del túnel: Era asombroso, extraordinario, Increíble, en verdad un mundo aparte.
Frente a mí, la más bella creación natural que yo haya imaginado jamás, una planicie vegetada, el verde del musgo se prolongaba por todo el valle, flores de todos colores, mariposas y aves, no volando ¡flotando! también de lo más diverso en colores.
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