Una canción se pierde en la nostálgica noche silente,
suspiros que escapan soñolientos, indefensos, imaginarios,
esos sueños vírgenes de la sangre enamorada se descorcha,
y corre sin fresnos una marcha imparable de deseo y pasión.
Manantial de esperanzas, realidad de sueños compartidos,
replica de letras conocidas retumban en la piel interior,
laberintos humeantes, sobre el terciopelo de esas bocas,
ojos entornados de luciérnagas que dormitan y seducen.
Luceros y estrellas mágicas, detenidas en su giro, para besar
esas pupilas de trigo y amaranto, fuertes racimos de uvas disecadas
en el fuego incontenible de esa boca que besa muchas otras, y
al posar sus dulces labios, destila una nota amorosa de pasión.
Nota que seduce como una caricia lejana, amada, comprendida,
nota cargada de melancolía, de halagos, de recuerdos coloridos,
asombra empeñada en no morir obstaculizando el ayer que fue,
asoma esperanzada a la vida, que la delata olvidada, tímida.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI |