Todo se estremece… la palidez se conmueve y desvanece; no perece, solo se esconde bajo las cicatrices, aquellas que estaban dormidas en un cajón.

Solo se tiene la certeza de estar sin equilibrio… al borde de un precipicio llamado temor.

Mientras las falanges se deshacen al sentirse sin piel y sin borrador.

La verdad no es más que un viejo sermón, aparentemente aprendido, pero ahora echo un triste despojo de algo que quizás existió.

Lo dicho y lo restante por decir son parte ahora de un cuento sin final, mal escrito y con voz muda cargada de trajes desteñidos y protagonistas con calvicie mental, con hambre de frívolos sentimientos y con ojos de queso.

Puede que nada sea real y las escenas regurgitadas no sean más que apetitoso banquete para satisfacer el apetito carnal… pero aun se mueve el diablo que se lleva adentro pidiendo un poco de piedad, de cordura estomacal pues entre el caos y el alboroto emocional los pecados se pierden, se repiten y quedan fueran de control.

No se puede negar que las miradas perecen entre los recuerdos obsoletos, entre pedazos de epidermis triturada y por otros saboreados mientras la tez envejece, fallece, desaparece.

Pero no es más que una frágil imaginación, aprisionada bajo los dedos resguardados bajo el pantalón. Tan solo se es eso y ya!