No es la misma chaqueta, ni esa mancha blanca que permanece 10 años. No son los mismos lentes, empañados por la humedad o la suciedad. Tampoco es el hecho de despertar cada mañana a las 8, fregar con el mismo trapo naranja el auto y buscar pasajeros siempre por la misma ruta: Cruce de Villas, Stadium, Plaza Villarroel. Parquear y comer, siempre en la misma pensión. Dormir la siesta, en la misma cama, del mismo cuarto, de la misma casa, con la misma hipoteca, que aún huele como hace 20 o 40 años, qué más da.
La peor de las rutinas esta en la cabeza, en los pensamientos. Ir y venir en las mismas desgracias, las mismas alegrías. Que de tanto recorrerlas ya no son ni alegrías ni desgracias, son solo pensamientos, vacíos, sin alma, que se repiten y repetirán, ayer hoy y mañana. |